lunes, 21 de junio de 2010

LLUVIA EN ÁMBAR

Última herida. Piel de muerte, la aguja
sobre la esfera vacía,
campanada o choque
del instinto contra el perfil de la razón.

La tráquea del tiempo alfombrada de sentidos
te aspira.
No despidas la luz que conociste.
El ámbar es testigo de desdichas plateadas. No despidas
al cielo,
océano de arcos apuntalando la tragedia. Ámbar
que se oscurece.

Otra verja cerrada: el desierto.
Mi piel será sólo un paisaje,
jardín de tus temores, turbulencia de sombras cegadoras
después de la lluvia.

martes, 8 de junio de 2010

ELEGÍA por Javier Arenas, febrero 1993

I.
Más oscuro que la muerte es el recuerdo,
ese gorrión sangrando entre las manos suaves,
aún llamando a la vida en su delirio,
aún abriendo la herida, alma lejana,
memoria de miel y sombra,
de amarga dulzura sin regreso.

Azul, violeta, tierra profunda, noche eterna.
Cinco instantes vacíos en cada madrugada.
Una única lágrima fugaz, cristalina,
como esta última vida.

Más profundo que el nicho es esta ausencia,
esta lengua hueca que nos roza la espalda
con una soledad fría e hiriente,
con un amanecer dormido en cada pétalo,
violeta marchitando a viva voz,
cinco pétalos hundiéndose en el cieno.
Cientos de únicas lágrimas anegándonos,
cebando ese cieno.

Adios a la flor (de nuestra juventud)


II.
Tu vida, una paloma.
Voló.
Huía de la cárcel de su cuerpo.
Voló con sus deseos.
Huía de la materia vana.
Voló desde tu amplio pecho, cuna de besos libres.
Huía de la espina, hacia la flor.
Voló hacia una muerte de cristal.
Huía de la soledad.

Volo, una paloma blanca.
Huía de la oscuridad que le aguardaba.
Voló hacia la eterna juventud.
Huía, una paloma triste.
Tu vida, voló, huía...
¡Una paloma de ausencia en mi cielo herido!


III.
Las máscaras salieron al sol,
negras.

Las máscaras querían llorar
lágrimas blancas.

Las máscaras cantaban
adiós a la flor.

Cinco vidas violetas
pasaron bajo el sol
entre las máscaras heridas de silencio.

Cielo roto, jamás azul. Velero,
rumbo a la triste música
del viento golpeando los tímpanos inertes,
las velas o almas desgarradas.

Mar helado, nunca más azul.
Tu vida, velero amigo,
fue el viaje que amaron las gaviotas.
Ese viaje todo libertad...

La memoria,
restos del naufragio,
cinco gaviotas sin alas sobre el abismo,
una paloma blanca entre las máscaras,
un bellísimo infierno de recuerdos
al otro lado del muro, afilado como la muerte.
A cruzarlo no alcanzo
sin tu palabra
viva.