domingo, 29 de septiembre de 2019

Morning Glory


Gata de seda azul,
cúpula de Denderah,
firmamento de ibis.
Acariciarte
es rozar con las pestañas
la cara oculta de la luna
cuando la luz divina,
Ártemis desarmada,
da la espalda al rumor de las mareas.

Hay en mi mano rosas
y las espinas duelen.
Se clavan en la piel
que ha de rozar tus senos
entre latidos y silencios,
timbales de pasión
tensados bajo el agua del océano.

El dolor de la espina
da sentido a la suavidad del pétalo.

Si te beso es porque sé
que anoche, entre tus labios
nació una rosa húmeda.
¿Cómo lo sé? Misterio. 
Lo dijo un vagabundo
al que ofrecí cobijo
a cambio de secretos
de los templos de Isis.
Vio una vela encendida
en mi ventana abierta
y me ofreció este ramo
de rosas casi azules
y me dijo mordiéndome la lengua
"El cielo está en tierra.
El fuego está en el agua.
Tu alma está en el éter
junto al punto
divino de tu musa". 

Dicho esto hubo un silencio 
como premonición de un terremoto...
¡Calló y se cayó el ojo!
¡Maldito! Se hizo añicos.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Kéfir


Hay días que una sombra apocalíptica como una enorme ola de barro cubre todos los pliegues del crepúsculo, días que te esperaba vestida de sonrisa con un aura-corona radiante, ardiente, días que te auguraba en mi punto divino, que te materializabas en los umbrales de mi deseo, viajero en el desierto frente a un oasis de aguas cristalinas que siempre puede ser un espejismo, días que te soñaba más despierto que nunca, días en que el olvido sabía que hay besos indelebles tatuados en la raíz de la memoria que pródigos emprenden su regreso, pero a veces el cielo se oscurece en un vuelo de cuervo y todo es devorado por la imparable sombra: el espejismo vivo, la aurora, la memoria... Hay días que esperaba mariposas y aquí están, disecadas, clavadas en mi corazón con alfileres de entomólogo. Necesito un horizonte, no un camino, no, como decía el poeta... Para caminar solo necesito estar frente a ti, mi horizonte.

¡No pasa nada! -dices, mientras todo se apaga, mientras la magia dulce fluye río abajo hacia un mar que los plásticos anegan. Te amaré, aunque lejano o forastero, como la vela silenciosa al viento, aunque sé bien que el viento desea volar solo, levantar los vilanos y las hojas de otoño sin que ninguna vela se entrometa. 

Tu tiempo es el tesoro más precioso, el más disputado y el más frágil. Oh, sirena ermitaña, reina de los delfines en brazos de un Proteo siempre en metamorfosis, delicada como el tallo de una orquídea, consciente del peso de tanta belleza contra la ley de la gravedad. Tu tiempo es un tesoro indescriptible que todos los mortales que adoran la belleza codiciamos, porque eres una venus de éter esculpida en el alma de una lágrima, porque un día la muerte escondida en el humo vendrá a reclamar todo lo que lo la hemos robado y tu amante doliendo llorará todas esas noches que fueron ciegas a la luz del cometa, esas noches negadas a las pieles del éxtasis, esas noches en las que la distancia entre nuestros labios fue una larguísima espada tosca de madera que mordimos hasta afilar los dientes. Y esa distancia son cincuenta o doscientos o dos mil kilómetros de grima y de nostalgia.

Luego te siento volar, ave majestuosa encendida de vida, por encima del techo de mi humana miseria, de mi corazón viejo bombeando la bilis del deseo, por encima quizás de las lianas y zarzas de tu propio miedo a volar, de tus indecisiones... Y esa visión de libertad tan pura me conmueve y no acierto si debo quedarme aquí, vacío de esperanzas, lleno de anhelos, llorando, obediente, o desplegar mis alas y vestir tu bendita soledad de este amor cristalino mientras sigue en plena ebullición, no sea que un día cese de fermentar, no sea que algún día, como el fluir de todo lo eterno, se agote. 

martes, 24 de septiembre de 2019

Cumbre del Cambio Climático (soneto-aniversario)


Haz de luz dirigido al punto oscuro
donde el alma intersecta mi pupila
es tu mirada, el rayo que vigila
la noche de tormenta que ya auguro.

Tras esa luz la calma de un mar puro
bajo un cielo de añil donde titila
la estrella que me guía y encandila:
tu corazón, el puerto más seguro.

¡Transcurrido un invierno y un verano,
mi mástil roto por la tempestad,
rescatado del vórtex por tu mano,

todo perdí salvo la libertad!
Desnudo lo divino de lo humano
ya solo espero amor, silencio... Y paz.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Imposible despertar en el jardín de la luna


Equinoccio de otoño,
lagrimal inundado
por las primeras lluvias,
añoranza de océano y de niebla, 
de agua densa y salada. 

No despierto del sueño
del lobo enamorado
de la piel de la luna,
que quiere acariciarla
con estas patas torpes
pero tan solo aúlla...

Ella, tan misteriosa, tan callada,
le muestra el lado oscuro.
Ella crece, mengua, desaparece,
brilla en silencio,
se refleja...
Ella, herida de mar, se esconde,
(dueña del cielo,
reina de su tiempo)
tras el suave horizonte. 

¡Es tan bella su luz
inalcanzable!

No despierto del sueño
del marinero ciego
que echó el ancla en la tierra
muy profundo... Y aun así
(¡idiota, idiota!)
le robó el corazón una sirena.

No despierto del sueño
porque la vida es sueño,
porque aunque huya consciente
del mundanal ruido
en la senda escondida
hallaré la memoria 
de su piel, sus latidos,
las noches sin eclipses,
su cuerpo de azucena
acariciando el mío.

Quizás ese retiro
sea el jardín que anhelo,
un jardín que en mi sueño
no es un jardín prohibido,
un jardín que mis manos
abonan con cariño,
un jardín cuyos frutos,
cuyas flores abiertas,
no conocen el miedo
ni el tiempo
ni el olvido.

Equinoccio de otoño.
Oigo caer la lluvia en mi mejilla
o lo sueño, es lo mismo...
Es agua dulce ahora.
Se riega su jardín con mi destino.

viernes, 20 de septiembre de 2019

La última vez


La última vez, me dices...
Es tu voz de sirena misteriosa
sobre el eco de arcanos
instilando el veneno de la duda
como si el tiempo fuera
la dimensión que rige las esferas.

Mira tu alma divina, esa luz
sin eclipses.
Pregúntale y no esperes
porque siempre,
siempre todo
ocurre por primera y última vez.

Esta es la última vez
que atardece en mis párpados de plomo.
Esta es la última vez que te deseo tanto
que cada estrella viva me deslumbra.
Esta es la última vez que soñarás conmigo
dibujándote ardillas voladoras.
Y es la primera vez que la tormenta
se lleva este verano hacia un vacío
de piel de soledades.

Precipicios de azul
a la orilla del sueño,
línea de costa abierta,
memoria de mil noches
sin un faro que guíe
los corazones náufragos
entre escollos afilados
como labios en silencio.

La noche más oscura
es la que niega luces
en el fondo del alma
donde se agitan todos los temores
arrastrando la piel de la memoria
por remolinos llenos de alfileres.

Esta es la última vez
que escribo este poema,
la última vez que lloro en la tormenta,
la última vez que amo y la primera
que amar me sabe a mar
y vago a la deriva
en tus mareas.

martes, 17 de septiembre de 2019

Nada está escrito (Memoria de Sultán)


Envuelta en seda
la piel de sus senos
a contraluz,
campanas tubulares,
música para el alma,
instrumentos del viento,
enredaderas abrazadas al paisaje,
cortinas blancas, besos peregrinos,
piel de madera y polvo, templo,
la ventana de mi memoria...

Cualquier otro sabor
sucumbe al de sus labios,
chocolate y canela.
Me obsesiona ese ritmo,
sus latidos cautivos
en su pecho de alondra
cerrando entre vuelos y suspiros
toda esa libertad
que me explota en las manos
cuando apenas intento comprenderla

El libro de la vida y de la muerte
en sus últimas páginas
lleva impreso un poema.
Dice: "¡Dejadme sola!
No quiero amar la luz,
solo el reflejo,
porque la luna arde en la mirada
del escriba que vuela
en papiros de cielo
con las plumas quemadas por mi sombra."

¿Está escrito?
Todo está escrito.
Nada está escrito.

He vuelto a pasear
entre el atardecer y el olvido.
Delfines en el cielo de nuevo... 
¿Acaso una sirena piensa en mí?

martes, 10 de septiembre de 2019

Mediterráneo (Soneto)


Mediterráneo, arrástrame a tu orilla.
Rompe mi nave frágil en la roca,
estrella mis deseos en tu boca,
moldéame en tu piel. Soy solo arcilla.

No es el reflejo que la luna toca,
son tus cielos abiertos lo que brilla,
son tus destellos de olas en mi quilla
lo que en mi pulso nace y desemboca.

Vienes del mar, delfín frío y herido.
Me dices que el tesoro en tu interior
no puede ser abierto y compartido...

¿Temes que la tormenta del amor
le arrebate la calma a lo sentido?
Sube a mi barca y siente mi calor.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

El mar espera


Te espera el mar.
La noche no te espera.
Es el mar quien te llama.
¿Lo llevas dentro?

Tu larga sombra
se proyecta en la arena
cuando va amaneciendo.

No ese mar océano
que escupe enormes algas
entre las brumas.

No es ese mar cerrado
que hemos llorado juntos
lágrima a lágrima.

No es el mar que rompe
esqueletos de erizos
y caracolas.

No es este mar vacío
que se quedó encerrado
en mi pecho de ave
cuando me desclavaste
tu último abrazo.

Es ese mar de luz
que vio nacer la diosa de su espuma,
ese mar que destila tu mirada
cuando naufrago inerme o me reflejo,
ese mar de ballenas misteriosas
que le cantan silencios a la luna.

El mar te llama.
Vive. Acude.
Llévate mi deseo en una barca,
mis dulces soledades,
mi torpeza, mi sed,
mi violencia impotente.
Suéltalos de entre tus dedos
como granos de arena
allá donde no duelen las mareas.
Ahógalos. Sonríe.
Lava todas las manchas
de tus recuerdos íntimos.

Se me rompe la vida
como rompe esa ola
en las rocas lejanas,
ajena al rencor de las gaviotas.

Tú miras
conmovida. 
Sin parpadear. 
Callas. 

¡Purifica tu cuerpo! Desentierra
los huesos de tus caderas... 
¡Riza la brisa
cabello a cabello! 

Te espera el mar, sirena.
Nada. Respira. Vuelve...
En mi isla interior, 
buscando a tientas
tu piel de luna,
la estela de tus besos, 
como si hubiera un mar 
verde y sereno 
detrás de tus espejos,
también te espero.

martes, 3 de septiembre de 2019

Retorno a Ítaca


Desearía ser hoja
de roble, no de sable,
para cortar el viento
que anuncia ya el otoño
en mi memoria
y rozar en tu pecho,
al caer, las estrellas.

Desearía ser
un delfín que no duerme,
que acaricia las olas
con el alma descalza,
como si los océanos
no supieran tu nombre,
no lo trajeran húmedo a la playa.

Desearía ser un jardín japonés
enraizado en tu cuerpo de libélula,
en los valles bañados de sakura
donde tu seno huído
desafía la seda del kimono,
donde mis labios riegan
y beben a la vez.

Pero soy una rata temblorosa
escondida en la penumbra de mi vida,
un corazón que late a contratiempo,
un náufrago sediento en un mar de belleza
que no supo o no quiso sujetar el timón en la tormenta,
que perdió entre las nubes
el libro de bitácora,
que dejó arder sus velas
navegando entre almas de dragones,
que echó el ancla dormida
en la bahía brumosa
donde ayer, hoy y siempre
cantarán las sirenas.

Ya lo me perdido todo,
el pulso y la caricia...
Pero Venus me mece en sus mareas.
Con el último aliento
abrazaré tu talle de amapola,
arrancaré las sombras
qué amenazan tus pétalos
e invocaré a la luna
para que engendre noches de rocío.