lunes, 10 de diciembre de 2007

POEMA (El Escorial, julio 1994)

Desnúdanos.
Me entrego.
Otra selva de labios,
maleza de alas
volando.
Volando.

Flor:
te escucho sin pánico.
El mar o la esperanza
me disuelven.
Como algas muertas
a la profundidad del deseo.

Mecido por tu voz,
arrullo cesante...
El silencio es el canto de las rosas.
El silencio es el vuelo de los peces,
música transparente.
Mecido por tu voz
me someto a los caprichos del aire.

Despiértame.
Soy lábil.
Ese pétalo-barca
sucando un horizonte de reposo.
O duerme,
amante azul,
nace y descansa.

lunes, 3 de diciembre de 2007

UN JACINTO (París, 1999)

¡Cómo el tiempo
en sus senderos, remolinos, cárcavas,
nos mece amable en la piel de su olvido
o nos empuja al abismo de nuestros límites!

Ayer amanecía en otra selva extinta.
Hoy en este desierto me consumo.

¿En qué brazos lejanos dejé el alma enredada
que he despertado ahíto de perfumes?

Un jacinto sin sombra, mi pensamiento errante.
He viajado surcando corazones.
Salpicando de mar, amor, amando.
Desplegando mi ser a toda vela.
A mis pies la hojarasca se disuelve.
Soy flor de este minuto. Primavera-destello
que sólo yo contemplo.
Tengo mi raíz anclada
en el fondo sereno de tus ojos.

Mañana borraré la lejanía
con el solo recuerdo que he guardado.

¡Cómo el tiempo me habita
y me abandona!

lunes, 26 de noviembre de 2007

Diarios de Berkeley (Día 4, mes de la Tierra)

He aquí cómo un hombre perdió la vida que fluía por sus venas... Se sentó a la orilla de sus sueños y los vio fluir. Tan cautivado estaba que dejó de sentir sed. Y así se fue secando, a la orilla del río de sus sueños, porque se olvidó de beber, se olvidó de enterrar sus raíces. No es el tiempo el que roba la pasión y deja el alma hueca. El tiempo está sentado aquí conmigo, a la orilla del río de mis sueños. Si quisiera abandonarlo habría de aferrarme a uno de mis sueños e iría a la deriva por remansos y cataratas para desembocar en un mar infinito, un océano de sueños que se rompen con las olas. Corales de mis sueños, delfines de mis sueños, ballenas de mis sueños, veleros de mis sueños. He aquí cómo me voy adormeciendo, cómo se difumina mi sonrisa, como el río se lleva mi reflejo corriente abajo. Así se escapa la pasión por los poros del alma, así se dibujan nubes de olvido en el cielo de la memoria. Oigo voces, silencios, idiomas que no entiendo. Es demasiado tarde para aprender. Es demasiado pronto para olvidar. Sin embargo yo olvido. Olvido lo que amo, olvido la pureza de la lágrima. Absorto en la deriva absurda de mis sueños, olvido que estoy soñando.

lunes, 19 de noviembre de 2007

ECO Nº7

Huyamos como naves
bebidos por el viento.

Huyamos de la tierra, color de la tristeza,
hijos del mar ahogados en su seno.

Huyamos como pulsos,
olas o corazones,
ritmos de vida, impulsos de eternidad constante.

Huyamos cabalgando en besos de memoria,
ágiles horizontes, pechos sin tatuajes, tacto de pluma cálida.

Huyamos de las islas enterradas,
de los falsos otoños despertando las horas,
horas de odio en libertad,
horas o violetas de agonías amadas,
horas desoladoras.

Huyamos de nuestros propios latidos
en busca de colores de pasión desmedida.

Huyamos de las horas últimas,
hacia atrás por el tiempo
hasta sentir nuestro primer aliento
cerrando toda herida.

lunes, 12 de noviembre de 2007

BÚSCAME, ATARDECER Jaén, 1996

Búscame, atardecer, que estoy llegando...
El sendero de azul melancolía que se cierra a la vena
en un instante me recoge absoluto
y se acelera el mar en su latido.

Apenas he llorado. Aún viaja tu nombre entre los olivos
como un fantasma opaco de acento de jilguero.

¡Escucho, ola de tierra! Escucho acantilado
romper en cada lágrima un secreto que muere.

He cubierto de musgo la lengua de mil palomas.
Sólo son palabras. Sólo palabras ciegas en la orgía de luces,
el cuerpo y la memoria, la luna y los lunares
de mi amante, tu tierra y mi desmayo de distancias sinceras.
Son palabras tan solo que resbalan sin ansia
por estos toboganes, mis labios como estatuas de ceniza.

Búscame, atardecer, pierde tus brisas últimas,
que no llego a beberte sin derramarme el alma.

COMO AYER, UN DESIERTO

Como ayer, la isla de tímpano surge del silencio.
Escucha las sombras de los líquenes
escapando nocturnas
y vuelve a ahogarse en la nada.

Como ayer, el ojo del murciélago despierta.
Vigila la parte más gris de las almas
soledades o claveles de odio
y se pierde en su vuelo indiferente:
Un desierto sin alas para huirse,
pliegue interior de la idea que creí desenvuelta,
violín mudo recién apuñalado,
río cerrado en sus extremos.

Como ayer, el puente quiere volar sobre el agua.
Desea piedra líquida distinta a su reflejo
pero la roca calza su estática memoria.
Más allá el sobrio mármol hiere al ángel del miedo,
la mano oculta sueña con desnudar el filo de sus garras:
Una paloma trágica
busca el bronce, violencia nueva,
vibración no espontánea
el choque entre la flor y el labio.
Pétalo azul. Labio azul. Cielo azul,
burbuja de luz o planeta dehiscente.

Como ayer, un adiós clama impuro sus últimos silbidos.
La distancia creada se proclama laberinto,
instante, desamparo,
las almas se renuevan en trance de dolerse.

Como ayer, el beso escurre lento por los cuellos.
El grito busca espacios donde abrirse,
universos de muros palpitantes.
Su límite es la fuerza de lo vivo.

lunes, 5 de noviembre de 2007

ECO Nº2 (diciembre 1992)

Nada.
Vacío.
Desde más abajo la muerte se diluye en la brisa,
espacio sordo,
violín estrangulado por el arpa.

Vacío.
No hay nada, ni aves,
ni alas dibujadas en el aire
ni acantilados hiriendo
ese vacío.
Sólo cielo y agua negros
y la noche aprisionada, ciega,
sin luna que naufrague a ritmo de vals.

Nada:
ni en tus labios lejanos, flor sangrante,
ni en los acordes del piano afilado
que hiere los tímpanos de mil marineros en sus ataúdes azules.

Y la rosa,
la rosa violeta que nadie ha soñado,
que nadie vio sus pétalos doliendo en la memoria,
la rosa que acaricia los cuerpos como dunas,
que penetra en los vientres sin espinas
sin ignorar las lenguas de humedad infinita,
la rosa altísima que se cree celeste
y es divina saliva entre los muslos tensos desde el primer gemido,
la rosa
vacía
como un labio que espera,
muy vacía
como un nido de angustia en el paladar.

Hay dos amantes sintiendo su distancia florecer.
Tras el próximo pétalo
ya no quedará
nada.

Lavapiés

Madrid de teja y cielo, vieja ciudad
recién nacida. Alma de balcón
y sangre de geranio. Calles de luz al son
fresco y ligero de ecos sin verdades,
empedradas de gritos, pintadas sin color,
sin ambición azul de eternidad.

lunes, 29 de octubre de 2007

SER AMOR

Quisiera ver desnuda la soledad no humana
y vestir con mis manos su vasto panorama
de un horizonte azul a otro horizonte.

Quisiera ser amor y ocupar todo:
Lo mortal, lo infinito, lo imposible...
Ir empapando cuerpos poco a poco
y, cuerpo a cuerpo, liberar lo libre.

Quisiera ser el dueño de la energía toda
y alzar sobre mis puños el cristal de la bóveda
que sustenta este cielo y encierra nuestro orgullo
en un dulce universo de luces y de sombras.

Quisiera ser un beso escrito sobre el viento,
volar sobre un planeta en frágil movimiento,
ser amor sin materia sobre un labio no muerto,
ser tiempo no acabado, ser súbito y eterno,
ser ocaso sin límite, ser puro sentimiento.

lunes, 22 de octubre de 2007

La Sombra (Diarios de Berkeley, 2000)

El aroma de la Sombra es a humedad, incienso y cloroformo. Junto a una ventana empañada un hombre gris respira el vaho y lo cristaliza en su mirada, que atraviesa los vidrios hacia un paisaje borrado por la lluvia. El vaho huele a Sombra. El hombre tiene telarañas entre sus dedos blancos. Sus manos que soñaron levantar castillos de diamantes están heridas de lodo rancio. Sus sueños envenenan el aire de la estancia mientras él, ignorándolos, mira a través de la ventana, al paisaje sin Sol, sin Luna, sin profundidades donde recrear el ánimo. Ese hombre quería escribir su vida, bañarse en el color de los recuerdos, y ahora está ahí, sentado, vacío, enfermo de gris, sus ojos dormidos aunque abiertos, su palabra amordazada por el tedio. Sí, recuerda, la palabra, cautiva de las páginas cerradas. Despierta de tu suicidio lento, hombre gris, desempolva tus manos, cruza la sala hacia donde reposan las palabras de tantos hombres grises que un día despertaron. Abre un libro y lee sus poemas, reencarna las historias, echa a volar su alma junto a tus sueños, rompe el hechizo, entra en el laberinto de la vida sin el hilo de Ariadna, salta al océano de corales en flor sin miedo a las aristas.
Junto a la ventana borrada por la lluvia hay un hombre gris callado. Ese hombre quiso subir a una montaña y gritarle su nombre al Viento. Ese hombre ha amado hasta sangrar, ha viajado por selvas de arena y desiertos de musgo, por mares, islas y montañas, por los valles de su alma y por los infiernos prohibidos de las almas ajenas. Ese hombre ha encontrado visto, oído, acariciado, olido y paladeado la belleza mientras buscaba una verdad que no comprenden los sentidos. Y ahora, ese hombre en desintegración, hipnotizado por el eco de la lluvia, no es capaz apenas de arrastrar su alma de plomo hasta su biblioteca y recargar su esencia. La Sombra huele a olvido y a desidia. Yo soy ese hombre hueco. Traed la luz. Liberad para mí las palabras.

lunes, 15 de octubre de 2007

ARCO

Hay un cielo vacío,
una tierra desnuda que promete su fruto.

Hay un azul de iris
tres besos bajo el suelo
y un corazón de piel de mediodía
latiendo como tímpano de pánico.

Hay un arco que baja desde el seno a los muslos
y entre sueños de almíbar se disuelve
forjando en la memoria dulces pétalos,
rosas de mar bebidas por el viento.

Hay un arco de cristal
lañado por la ausencia de las estrellas.

Hay un cielo pidiendo golondrinas
y una tierra con plumas en las amígdalas.

No hay palabras sinceras.
Las verdad está tres besos bajo el suelo.

DEJADME

Dejadme con la rosa
pálida de mis días de luna.
Dejadme desvanecerme en la suavidad de sus pétalos.
Apartad toda esa mierda amarga del sacrificio inútil.
Escupid vuestros dólares al vacío de vuestras almas.
No arrojéis en mi seno palabras o grilletes de vanidad.
Liberadme, burócratas grises o vestidos de dolores sin memoria,
abrid esta jaula borrando vuestras sombras de los muros mentidos.

Dejadme olvidar vuestro recuerdo aciago en brazos de mi musa.
Dejadme ser otoño sin barro en las encías,
sin la maldita lluvia en la garganta.
Si no sé hablar dejadme ser silencio.
Si no sabéis callar dejadme solo.
Dejadme con la rosa,
la última de mi otoño,
la verdad que yo amo.

CONCEPTOS

Un todo vacío.
Un silencio herido
tu voz en otros labios.
Instante helado,
mil veces repetido,
mil almas sublimadas,
mil espacios.

Confusión. Mi mente,
un universo de escaleras.
Subo, bajo, caigo, afloro.
Cuando ya alcanzo las nubes, reflejo de existencia,
el instinto me llama desde el suelo.
Cuando rozo infiernos en mi conciencia
algo más vivo me entrega a lo sumo,
suave me tiende en otro cielo oscuro,
otra cumbre hostil plena de dudas.
Mi mente es una laberinto de escaleras
donde el destino habita.

Dime:
¿Cuál es el límite
entre tu espada y mi pecho?
¿Es mi alma lo infinito o son tus brazos?
¿Es tu savia o son mis ramas?
¿Es mi huella o son tus pasos?

LA DANZA (Sentimiento en un acto, enero 1987)

Caminamos
mi sueño y yo
por este desierto de chatarra.
Miradas ocultas delatan algo gris
tiñéndome por dentro.
Sabes bien que no busco la saliva en los cristales
sino otros labios, oro y savia, tras los míos.

En las esquinas se estrella nuestro tiempo.
Nuestro paisaje es triste.
Su salida, única: Los espejos huecos.
Es la danza de los sentimientos.
Mi cráneo es un dulce escenario,
un teatro de deseo, casi de amor u odio.
Tragedia, tragedia, tragedia:
Me asfixio en un melodrama de carcajadas.

Por un instante fui y seré feliz.
Tú y yo, actores solitarios aplaudidos por un anochecer desnudo.
Luego yo, único y abandonado actor.
Perdí mi guión al mirarte a los ojos. Ahora
una madrugada vacía me aplaude.

Campanadas.
Dicen algo. Las campanadas.
Un secreto...
Lo sé, lo sé, lo sé:
Cuando el gran astro se deslice sobre otro horizonte
aún sin estrellas
se volverá a elevar el telón de mi comedia eterna.

Caminaremos,
yo y mi sueño
sobre este universo de chatarra
y sobre otros muchos que el destino nos depara.
En las esquinas se suicida nuestro tiempo.
Ya muere, míralo:Sangra como algo nuevo.

lunes, 8 de octubre de 2007

EL MAR ESPERA (julio 1986)

Soy viajero como el viento que me habita.

Los labios ondulados sumados a tu nombre
son sueño en este sueño.
Somos tan celestes que ignoramos la noche
y nos escurrimos bebidos por el mar,
cuerpos de agua dulce desembocando.

Desde arriba vigilo cómo el tiempo mordisquea mi presencia en el cielo.
El viento es el único motor de las sombras.
Mi equipaje es un beso.
Mi destino es el mar que inevitable se aleja
y se acerca,
se acerca
y se aleja.

Oídlo, paraísos. Viajo sin paisaje como la misma luz.
Viajo en un tren cargado de entradas y salidas
por una vía recta de miradas de plata
donde el cielo suplica y la palabra pasa,
de labio en labio pasa como amor.

Una cúpula, un río, un jardín,
Una gota de sangre o su reflejo.
El cielo entre las ramas es un arco o un balcón.
Se lee en las esquinas el nombre de un poeta
como un sauce flotando entre lunas de piedra que callan los colores.
El tiempo vivo, aunque siempre habla de ruinas
o pasiones disueltas
es un horizonte insólito.

El mar es un espejo libre de tristes lunas.
He venido a dejar que suavemente
seduzca mis inviernos con nostalgia de hermano.
He venido a cantarle
aunque él rechace magia de mis labios.
Yo le escribo no distante
Él, verde, azul o nácar de reflejos,
muestra indiferencia desde su infinito más remoto.
Pero cuando me lames mansa como orilla
o casi enfurecida de deseos,
cuando clavas tu pleno azul en mí
y yo, profundo, te recibo todo éxtasis,
cuando entornas el alma para decir que me amas,
entonces siento el mar henchido de pasiones.
Ya cercano me absorbe sin palabras.

El destino es más ágil que las nubes que escuchan.
El destino es un ave silenciosa.
Mientras el tiempo bebe este camino
mi soledad vivida, soñada o escrita, no existe:
Eres tú quien ocupa mi cuerpo de bóvedas,
quien esculpe mi aliento como esfinge,
quien me vive como plenitud sin escrúpulos.

Como la flor que herida busca el suelo
yo proclamo la muerte de las olas.
A veces me siento tan ligero
que escribo esta vida sobre la arena.
Luego la busco y sólo quedan huellas,
huellas que las olas agonizantes van barriendo con manos de poeta.

Tú eres ese alma no ajena
que fuera de mí habita mis pasiones proyectadas.

BLANCO

I.

Cae la luz y sobre su silencio
revolotea ciego un instante de abismo.
¿Dónde se fue a morir el miedo herido?
¿Dónde cerró sus insomnes alas
ahora que tu alma conoce colores de luna
sombras de libertad
ángeles de retorno
ventanas no dormidas en tus ojos?


II.

Blanco si las alas duermen
en los párpados del cielo. Aire
que llevas inerme
la música y los silencios.
Blanco de olas y de naves
en mares o firmamentos. Azul
de herida. La sangre viva, elemento
de un color semidesnudo. Luz
que barriste los miedos...

LA MÚSICA (apunte, otoño 1993)

La hojarasca sangraba sin dolerse
y ahora es noche
a hombros del viento.

Yo vengo a por la música.
No deseo la luz que revela los cuerpos cansados.
Quiero la pura música que desvela las almas,
que las levanta en vilo,
vilanos al viento...

ÁFRICA (Evocación)

África entre la niebla,
el color de la hiedra que no conoce otoños.
Nilo, sueño aún lejano.

África de las moscas volando bajo la piel,
de la barca, mis venas, hundida en el desierto.
África de las dunas afiladas
y los cuchillos descalzos.

África desnuda entre sus llagas,
la calavera blanca, el elefante muerto.
África entre cipreses invisibles.

miércoles, 3 de octubre de 2007

BERLÍN

I.

El alma en ruinas. Monumento vano
es mi cuerpo de cera ardiendo lento.
Entre cloacas de cielo derramado
imposibles miradas-paraíso
van derrumbando mis últimos sillares.

Aún resuena el eco del último grito,
lluvia de mis sentidos,
piel de tambor y noche,
llamarada de cielo
inextinguible.


II.

Berlín es como un pájaro quemado,
ruina universal reconstruída culpa sobre culpa.
Donde no cabe la inocencia no hay olvido.

AGOSTO (1997)

A un desierto de ti quiero llorarme.
En la distancia hay miles de deseos clavados
o fluyendo hacia ti por cauces ásperos.
Millones de caracoles de oro o estaño
arrastrándose como lágrimas vividas,
buscando tu mar para desembocarse.
Lentos irán llegando en plenitud de luna,
quemando con su gozo las palabras.

Mi amor de viento no teme lejanías.
Puede viajar al sol en plena noche
y volver todo azul sin marchitarse,
aunque varado esté mi cuerpo o nave
ante esta inmensidad que nos separa.

ADIOS, AMANTE (Roskilde, 1996)

Un pájaro de noche se ha volado.
Se ha volado sin viento. Adios, amante.

Color de olvido siento en los zaguanes de mi alma.
El sol se abre y tus senos juegan como niños dormidos.
No siento más que amor o su tortura.
Vacío de mí vuelvo a ser tu cripta.

Un lobo de deseo aúlla en mi luna.
Ha devorado pieles que son nuestras,
pieles de medianoche u horizontes caídos.
Profundos como cielos boca abajo son tus ojos,
infiernos de belleza casi líquida.

Hay un camino muerto tras mis pasos.
Esta luz se consume. Adios, amante.
Debo volver a ser sólo una estrella.

martes, 2 de octubre de 2007

12 BESOS

Es tarde.
Los relojes no esperan.
El espejo no nos reconoce.

Soledad,
la noche, otra gota de vida,
otro charco de lágrimas donde no reflejarse.

Doce besos sobre cuatro labios
y todas las arañas se comerán mi tiempo.

No hacía falta el yunque para romper el vidrio
ni la hoz de tus palabras para cortar las venas del aire.
No hacía falta el viento para barrer estrellas.

Doce besos vacíos.

Esos ojos sonámbulos
levitando a dos segundos del altísimo muro.
Esos ojos perdidos en su laberinto
ayer me cegaban o me amaban,
hoy cegados me olvidarían.

Es tarde, soledad.
Esos ojos desnudos, dormidos...
Te suplico que me beses pétalo a pétalo
hasta la medianoche.

AHOGADO (Madrid, 1994)

Todo el mar pasa
negro como noche sin sueño.
Por la ventana ciega y cerrada pasa
la música del mar amordazada.

Ahora me lleva el agua entre sus dientes,
muy afilada, lejos del silencio.
Me lleva. Soy ahogado.

En brazos de la brisa
desvanece una balsa
vacía. Soy ahogado.

Diarios de Berkeley: Día 4, mes del Cielo (Truckee, California)

El capitán vivía como un ermitaño en la Bahía Esmeralda. Cambiaba truchas frescas por whisky y tabaco a los colonos del sur del lago. Sus inviernos eran largos y tristes. Sus veranos eran cortos y tristes. El capitán domesticaba cuervos que robaba de los nidos y les enseñaba juramentos marineros. El capitán comía serpientes que él mismo cazaba y las compartía con sus cuervos. Su barca llegaba al muelle surcando las aguas heladas escoltada por doce cuervos. Desde la orilla se oían sus canciones. El capitán tenía voz de ogro. Los niños no podían escuchar sus canciones. Una noche los dados de marfil le habían proporcionado ganancias y su voz restallaba en mil ecos mientras remaba de vuelta a la Bahía Esmeralda hasta que los vientos la perdieron. Los vientos se cargaron de nieve y el lago levantó una marejada que jugaba con la barca del capitán como si fuera una cáscara de nuez en un torrente. El capitán se ató a los remos y consiguió llegar a la orilla, pero no sentía los pies en el agua helada. El capitán conservaba sus pies amputados en una enorme jarra con alcohol. Viajeros, curiosos y tramperos iban a la Bahía Esmeralda a ver los pies del capitán y él, orgulloso, los mostraba a su público a cambio de tabaco y whisky. Andando en tierra con sus muletas y por el lago con sus remos el capitán cavó su propia tumba en la isla de la Bahía Esmeralda. Sobre ella colocó una capilla y a su alrededor enterraba a los cuervos que se le morían de viejos. Cuando terminaba su labor se llenaba una pipa y la saboreaba mirando a su alrededor del lugar que había elegido para sus huesos: las aguas verdes de la bahía chocaban con el blanco de la nieve en la playa. Luego los pinos, las cascadas y las rocas erguidas de las cumbres. El hecho de reposar en tan hermoso lecho le restaba temor a la muerte. Otra ventisca hizo naufragar la descuidada barca del capitán tras una noche de mala fortuna. Los dados y la pipa fueron lo primero que cayó al fondo del lago. Jamás se halló el cadáver. Su tumba sigue abierta en la isla de Bahía Esmeralda. Dice la leyenda que las noches de luna el fantasma del capitán surge de las aguas tranquilas y oscuras del lago y trepa con sus poderosas manos la isla rocosa hacia la tumba, profiriendo juramentos marineros. Yo no lo he visto, pero paseando por la bahía he sentido a los cuervos como un escalofrío negro, vulnerando la nieve, dueños únicos de todo ese silencio.

lunes, 1 de octubre de 2007

DECLARACIÓN DE AMOR (A Dagmar)

Te amo como luna a su horizonte
donde sueña acostarse como perla,
plácida flor de luz... Quisiera verla
en su última deriva. Sin remonte.

Te amo como mi alma ama a esa luna,
nácar frío que absorbe mis pasiones
cuando la noche de tu piel repone
las sombras de mis besos una a una.

Te amo en un silencio que no calla,
rumor de mar lejano o caracola
que no conoce vientos, sino olas
mudas de espuma heridas en mi playa.

Te amo soñando aún, pura inconsciencia.
Ajeno a mí, mi espíritu emergente
desborda azul los cauces de mi mente
y en tus colores sacia su carencia.

DANUBIO (Bratislava, 1999)

Triste el canto del río que refleja la eclíptica.

¿En qué idioma llora el viento
en las velas que se apagan?

Hay días de luna llena en que el alma me dice al oído que soy yo ese viajero que siempre pasa con el corazón lleno y las maletas vacías.

Luna, luna. ¿Quién llora? ¿Los violines?
Con el corazón lleno de nostalgias vacías.

Hay días en que el silencio me grita que soy ese viajero que, como el viento, como el río,
Siempre pasa y siempre está ahí,
pasando.

ESPERMIOS (dedicados a Alex Cid)

Los "espermios" son pequeños versos que constan de cabeza y cola. En la cabeza va la información básica para perpetuar el sentimiento. Sigue una cola larga e inquieta que la empuja frenéticamente. Aquí van tres. ¡Apartaos!

Duda no es la palabra.
Es el hecho baldío de nacerla,
la oscuridad del trazo sobre el blanquísimo papel
vacío y sabio.

La duda existe porque un sabor de algas en la amarga resaca del vivir la sacó de su dulce muerte de cosquillas.

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Aquí los cuerpos
conteniendo lágrimas.
Y más allá las almas
empujándolas.

No sientas la herida que mina la entraña o hueca víscera abisal que el alma ha de estallar para ser libre.

===========================

Te hubiera dedicado la muerte de la rata
mas la palabra de perfil no suena.
Es vano suplicar con los dientes cosidos
a puntadas de luz en alma ajena.

Hubo de desangrarse la rata que roía los bigotes del sueño para que un despertar me revelara palabras que aún dormían.

domingo, 30 de septiembre de 2007

AHORA

¡Ahora!
Digo ahora y no callo.
Quiero la prontitud del beso.
No quiero vivir largo como sueño.
Quiero existir ahora
fuera de este alma lenta
o dentro de tu cuerpo,
sobre todos los tiempos y aromas
y universos.
Sobre todos los odios
y todos los silencios
quiero ese grito vivo
que no conoce ecos.

Que no conoce ecos.

Navegarte (Calpe, 1996)

Navegarte
amando cada estrella.
Mi carta, todo el cielo
o tu piel: quince lunas.

Navegarte sin rumbo
con las velas plegadas,
con el viento en las alas
y un horizonte único:
el mar.
Puro.

Las olas si no mueren
no saben contar horas.
Este mar sin orillas
no conoce mi tiempo.
Este océano virgen
nunca ha bebido lágrimas.
Navegarlo en silencio,
surcarlo con mis labios sin despertar tormentas,
silenciarme en su seno profundísimo,
en su quietud serena...
Sumergirme, soñarlo,
ser sangre de sirena,
ser marinero libre en tu mirada,
navegarte desnuda.
Sin brumas, desatada.
Sin estelas o miedos.
Sin anclas.

Sin palabras.