lunes, 21 de septiembre de 2020

Muerte de un verano

 

Más allá de la niebla
está el cielo vacío,
todo de luna rota,
sin estrellas.
Más allá de la ausencia
está el olvido.

Ya no me queda alma,
ni un rincón en el alma
para esperar que claves más profundo
tu dolor en el mío.
Ya no me queda piel,
ni cicatriz siquiera.
Es todo herida.

Si en realidad te fuiste
con mis manos vacías
te haré una hermosa lápida
con pétalos de mármol y pizarra
que acaricien así tu sueño eterno
bajo esos leves párpados
que cubríamos de besos
y de hojas del otoño.
Pero si vives
aun sin corazón ni fe ni miedo,
incinérame vivo.
Esparce mis cenizas
en ese jardín limpio
donde soñé tus flores,
en esa playa cálida
donde el Mar y la Tierra
se hacen el amor
eternamente.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Desterrado


Por no cerrar los ojos y soñarte
me arrancaré los párpados dormidos. 

Se los daré a los peces. 

Por no pensar que odias mis palabras
escupiré la lengua en una sima
hambrienta de silencio.

Por no sufrir el vacío insoportable
de mis labios resecos sin tu sexo
me enterraré en ceniza.

Por no escuchar tu nombre en las estrellas
acallaré la música celeste
con la muerte en el tímpano del alba. 

Por no vivir sin ti daré mi cuerpo
al agua fría en la laguna Estigia
para que mi alma inerte se disuelva. 

Por no dejar de amar tu piel amarga
tiraré los domingos por la borda
y echaré el ancla en medio de la nada.

viernes, 18 de septiembre de 2020

¿Brillas?

 

Siempre. Una esfinge
perfecta. Una isla. Nunca.
Una sirena herida. Playa.
Échale sal en los ojos
para que no llore.
Jamás.

Lágrimas. Desde el vacío
más profundo. Silencio.
Cayendo en el corazón
del paraíso. Yo amo.
Yo disparé el arpón.
Perla, te amo. Hiero
el pecho perfecto.
Arsenal de deseo
en mi conciencia. Caricias. 
Bombas de racimo.
Sangre hirviendo. Sed.
Humo.

Principio. Fin. Secuencia.
Ascenso hacia la muerte
sin descansar apenas
cada séptimo día. Amar
tu reflejo en mi iris
cuando mi mirada penetra
en lo más profundo de ti
es amarte a ti misma
desde fuera de tu ego.
Amar es el sabor.
El color de la vida
que huye de tu pecho
cada minuto. Sesenta latidos.
Latido. Silencio. Latido.

Silencio.

Shhhhh!

¿En qué escala se mide
ese temblor arcano
que siente un labio
ardiendo
al rozar otro labio?
¿En qué escala, Majestad,
mide el rey león
su afilada autoestima
entre las alimañas?
¿En qué escala, Alquimista,
mide su pequeñez
un elefante?

¡Silencio!

Entre miles de estrellas
brillas más. Supernovas,
luceros, cometas pasajeros,
planetas errantes, lunas
de sangre y hielo
contaminan tu magnética luz,
mi Norte, mi perla celeste.
Pero tú brillas más.
Cuando cierro los ojos
solo tú reinas, nítida,
con tu fulgor intacto
en pleno firmamento.

¿A cuantos años luz
estás de mi mirada?

jueves, 10 de septiembre de 2020

La Soledad

 

La soledad es un árbol
en medio del desierto.
Un árbol para el que dos árboles
serían un bosque
mágico
en medio del desierto.

La soledad es paz.
Paz que no se comparte.
Paz que queda clavada
al inicio de un grito
que nunca se profiere,
al borde de una lágrima
que no llega a llorarse,
al filo de un suspiro
que corta todo aliento.
La soledad es una paz
terrible
que contiene toda la violencia.

La soledad es esclava del deseo.
Ese deseo abierto que domina el vacío,
deseo de llenarse,
deseo de empujar al planeta
lejos de su órbita,
deseo de soltar las mariposas
del estómago
a que llenen el cosmos con su vuelo,
deseo de tenerte entre mis brazos
como si fueras la única distancia
entre la vida y la muerte,
deseo de entrar en tu cuerpo,
de eyacular el alma en tu seno
como si la creación toda
dependiera del momento
en que se funde tu luz
con mi oscuridad,
mi oscuridad
con tu luz.

martes, 8 de septiembre de 2020

Sin golondrinas

 

No me dejes morir solo
en un rincón de la esperanza.
No dejes que crezcan perlas
bajo el verdín de mis párpados,
que los líquenes colonicen
mis labios de caliza,
que cicatrice la herida
del anzuelo en mis branquias.

Duele.
Duele el silencio
clavado en la garganta.

No dejes que se calle
el arpa de mis venas.
Dame tus latidos
para vestirlo de música.

No me dejes agonizar
en tu mirada perdida,
esa mirada triste
que busca estrellas en pleno día.

No me dejes desnudo de tu piel.

No me dejes llorar ni un solo océano.

No me dejes vacío. 

No me dejes.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Adumbonado

 Se ciernen las fauces

de la noche oscura,

vientre de ballena,

reverso del coral.


¿Eres capaz de amar

más allá del espejo?

¿Eres capaz de amar

con los ojos cerrados?

¿Eres capaz de odiar

con los puños abiertos?


Cuando el mar desemboca en el vacío,

¿dónde queda la playa?

Tengo la llave del firmamento.

¿Dónde has colocado

la estrella polar?

Latir contra el muro de tu silencio

es borrar el pulso de mi esperanza.


Una ballena muerta en el cénit.

Jonás en el acimut. Perdió ese tren.

¿Dónde has colocado la estrella polar?

Tengo la llave del paraíso,

un paraíso del que mi alma no puede salir

y mi cuerpo de barro

no puede entrar

porque probó la flor

del árbol de la vida,

porque conoció el éxtasis

y lo convirtió en plata

para las manos mágicas

de quien pinta la noche

con este silencio

que estrangula

mis sueños.


Penetra la muerte

en mis capilares

como si al caer

lejos de tus alas

el propio vacío 

cogiera en brazos

mi frío cuerpo. 


¿Es que no has oído, 

delfín que no aflora, 

pétalo de ave, 

mi grito de auxilio? 


Se cierne la noche. 

Soy afortunado 

de encontrar una perla

que encierra toda luz...

Soy un ciego afortunado. 


En cualquier caso, libertad, 

aprendí de niño... 

Lo que nunca vi ni espero ver

es un elefante volar. 


sábado, 5 de septiembre de 2020

En tu caja de sensaciones

 

Desnudando cada rincón vacío de tu piel
el tiempo huele a ti, la luz
se queda ahogada en los espejos.
Ella tiene los ojos verdes como estrellas derramadas.
Los cierra y me sueña.
Los abre y me hace soñar.

En tu habitación me creció el alma
hasta llenarlo todo. Si fuera un árbol
echaría raíces en tu almohada vacía
esperando a que vuelvas
para cubrir tus labios de hojarasca.
Ella afila sus uñas
en la bóveda celeste
mientras yo amo despacio
parpadeando
las constelaciones sangrantes.

Todo eres tú
aunque no estés,
aunque tu cama sea
un silencio infinito,
una puñalada de soledad
en el lienzo bellísimo
de la memoria de esas noches de éxtasis
en que conté todos y cada uno
de tus latidos.
Ella se enrosca a mis pies
como si le pesara la luz de la luna.

Amanece. No abriré los ojos.
Escucharé la ausencia de las olas
entre coros de pájaros.
¿Me llama el bosque o sueño?
Abrazo la mañana como quien abraza un río:
dejándola fluir.
Por tu ventana entra un tsunami de luz.
No abriré los ojos por no ahogarme.
Ella, como una esfinge,
vigila cada instante sonoro,
cada ráfaga de deseo huído.
¡Tantas cosas no ocurren
en este mismo instante...!
Aquí estamos los dos
en tu caja de sensaciones
asomados a la ventana,
ajenos a la mosquitera,
la mirada perdida
en sueños o paisajes
que se muestran desnudos
con la nitidez del humo.
Aquí estamos, estatuas de amor puro,
esperando a que vuelvas.