miércoles, 27 de febrero de 2008

ECOS Nº8 y 9 (Danzas al borde del abismo).

Abierta, la roca arranca el pulso al viento. Roca o cielo. O un río dormido en su bóveda. Su sueño es tan profundo como azul.

Los timbales lejanos hacen temblar a las niñas, niñas sin alas, niñas gritando en la memoria, brotando de los tímpanos como sangre de música, privando a las almas más altas, piedra, corazón, piedra, de su eterno silencio: la roca.

La roca está herida de distancia. Una niña ha callado. Eco de abismo. Bajo el puente hay un rumor de fiesta, nobles palabras que corren hacia el mar, timbal lejano...

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¡Escuchadme, timbales, lenguas trémulas, manos ahogadas que tañéis el viento! La oscuridad se cierne sobre cada cintura para bailar la danza de la muerte.

Piedra, puente, piedra. Fuente, piedra, puente.

Proteged vuestra sangre de las rocas de cólera. Esconded vuestras almas en sedientos océanos de sombra. Oid el rumor calmo del río de la noche llevándose los cuerpos abandonados a merced del abismo,
a merced del olvido,
a merced del silencio.

Os prevengo, ritmos o corazones, nudillos que golpeáis los cráneos huecos:
El hombre es una máquina de destruir al hombre.

Sístole, diástole, sístole, diástole, sístole, catástrofe.
El hombre tendió un puente para llegar al cielo
y dibujó en sus arcos el último crepúsculo.

martes, 19 de febrero de 2008

ECO Nº3 (Jardín de Sentimientos) 1993

Entre el vértigo y la espada
hay un lirio o luna herida.

Entre la espina y el llanto
hay orquídeas de sangre.

Entre mi amor y tu mar
hay un narciso en la playa.

Entre la plata y el agua
hay un nenúfar hundido.

Entre el corazón y el alma
hay una rosa de ausencias.

Entre mi barca y tu ocaso
hay violetas infinitas.

Entre la muerte y la vida
hay crisantemos dormidos.

Entre el viento y la belleza
hay anémonas fugaces.

Entre los labios de un ángel
hay un jacinto de seda.

lunes, 18 de febrero de 2008

Diarios de Berkeley: Día 3, Mes del Cielo (Truckee, California)

La soledad es un sentimiento extraño que sólo se percibe al añorar. El sabio busca la soledad mientras el necio la aborrece. Pero cada ser humano es a la vez sabio y necio en mayor o menor medida. Cada uno de nosotros ha sentido la llamada de la soledad y ha sufrido sus heridas. ¿Qué es más triste que sufrir la soledad en medio de una multitud eufórica? ¿Es sabio quien huye al desierto porque no supo encontrar su lugar en la sociedad o es un necio porque no supo encontrarlo? No hay placeres más amargos que los que encierra la soledad. El silencio es, por ejemplo, uno de esos placeres, pero ¿concebiríamos el silencio sin el rumor de la brisa o el canto de los pájaros? No es sabio el que busca el silencio sino el que busca la música perfecta para llenarlo. No es la soledad una meta, sino una huida de nuestra incompetencia social. La soledad sólo es bella cuando puede ser compartida. Y a pesar de ello, cuando subo a la montaña hoyando las nieves vírgenes, perdiendo mi vista en la verticalidad de la roca, enredando mi alma en la madeja de ramas de los pinos muertos, siento una llamada que va más allá de lo inteligible y que arranca de lo más hondo de mi espíritu el deseo reprimido de amarga soledad. Deseo integrarme en el paisaje, formar parte de ese espacio inmenso, de ese silencio inmutable, triunfante, donde la vanidad humana que sustenta nuestro orgullo es tan insignificante que podría romper ese silencio a carcajadas.

lunes, 4 de febrero de 2008

LA PALABRA PERCUTE (1998)

Poesía de acero en labios como pétalos.
No está acabado el cielo cuando tú no lo miras,
ojos, luz o alabastro hendido de vida,
cuando tu despertar no deja estelas de nube
como un avión de rumbo incandescente
donde los sueños viajan por la atmósfera.

Abierto el cauce celeste
las lágrimas son de tierra.
Nada escapa al embate de las luces o estrellas,
reflejo de su pálida distancia.
Si el alma fuera astro sería azul y oscura
y en la luna vacía habría un grito.

Una sangre violeta brota de manos como sauces.
La mejillas de azúcar tienen miedo.
Escuché los relojes con azufre en los huesos,
con cristales de azufre como avispas
en el pozo vacío de mis huesos.

CLAROSCURO

Blanca. Junto a tu mar.
No es la luna. No es alma
moldeada del cielo
ni aliento de alborada
ni firmamento azul.
Es blanca como el nácar
en manos de las niñas,
blanco como las alas
tranquilas de las olas
volando por el agua.
Es luz, aurora íntima,
irisación soñada
prendida en el ojal
de tu memoria. Recordada...
Blanca como la flor,
nítida, inmaculada
como la flor no abierta,
la azucena aún cerrada
que en el pecho despierta.

Blanca es la oscuridad
en tu mirada.


Negra. Sobre tus gestos.
No es la noche. No es miedo
robado a lo profundo
ni beso de veneno
ni perla de azabache.
Es negra y es silencio
en las playas de música,
negra como los senos
bañados por el sol,
bebidos por el viento...
Es la penumbra plena
desvelando secretos,
rezumando horizontes
en tu piel. Descubriéndonos.
Negra como tus ojos,
fuego, calor eterno.
Como tus ojos vivos,
paraísos abiertos
al labio recibido

Negra es la luz ausente,
tu tacto no sentido.