viernes, 20 de noviembre de 2020

Heridas

 

En un rincón olvidado
de ese alma que perdura
desde el primer latido
todos los días dormidos
todas las noches abiertas
sangrando cieno y éter
supurando polvo de estrellas
cubiertos de dolores diminutos
como motas de polvo
como serrín del tiempo
ajenos a los tsunamis de mercurio
bajo párpados de hojarasca
yacen los ojos cerrados
que esconden esa sombra
que proyecta la memoria
en la conciencia.

¿Quieres que sangre y duela,
que los filos penetren
en tus pequeñas venas
del color del océano,
quieres sentir aún viva
la momia descarnada
de tus resentimientos?

Cuando la adormidera
aún no ha nacido
no sabe que es una simple amapola
embriagada de opio.
La noche preñada de estrellas
solitarias
augura el alba, roja,
con nubes como arterias intactas
surcando el silencio de los cielos.
Deja el abismo enterrado bajo la piel.
Abre los ojos a la luz sin límites.
Mañana va a ser un buen día.
Mañana también
va a ser un buen día.

sábado, 14 de noviembre de 2020

A veces, siempre

 

A veces la vida
pende del vacío
o flota en él
sin ancla.

A veces el cielo
pierde sus azules
y es gris,
gris ceniza
por mucho que abramos los ojos
y alcemos la mirada
suplicando
colores.

A veces el alma
se tiñe de rojo
como si sangrara,
como si vistiese
su propio otoño
y duelen los párpados despiertos
heridos de sueños
irrealizables
pero irrenunciables.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Oigo llorar al viento del Otoño

 

El viento a la amapola
le susurró un poema.
"Regálame esa belleza
que arrancas a la tierra con tu savia.
Deja libres los pétalos,
que sea mi caricia
y no el filo del tiempo
quien salpique de sangre
el cielo limpio.
Te amo ahora.
En otoño
serás solo un recuerdo
entre millones de hojas
de tonos infinitos
que abrazaré con furia.
Ninguna con tu tono,
ese rojo que hiere la memoria.
Ninguna con tu textura,
esa delicadeza que conmueve."

Y la amapola al viento
le dijo en un suspiro:
"Déjame sola al sol,
aprende a amar las olas
o los campos de avena,
Soy fugaz y tus ráfagas
desnudan mi corola.
Yo quisiera crecer
en el fondo del mar
donde tú nunca puedas
enredarte en mis sueños...
Aunque en esa quietud
pueda soñar contigo
silenciosa."

¿Quién acaricia a quién?
El viento y la amapola.


miércoles, 4 de noviembre de 2020

Corazón de Estrella

 

A LA ESTRELLA

Estrella de mar
lejos del fondo.
¿Qué manos de sirena
te arrancaron?
¿Qué columnas de aire
rompen el azul puro
en ascenso frenético,
perturban el silencio
de la callada Atlántida?

Estrella de mar,
tu cuerpo
sale a flote
con los cinco sentidos desplegados
pero tu corazón
sigue en el fondo,
acaso ahogado
o quizás enredado
en corales hipnóticos
que ningún cambio climático
podría blanquear
desesperadamente.

Tu corazón de estrella
en el fondo marino,
tu cuerpo en la hojarasca
del bosque que te ama
a merced de los lobos.
Tu corazón aún vivo, siempre vivo,
palpita en convulsiones,
no en latidos.

AL MARINERO

Amarla es esperar
en su playa desnuda
o cubierta por el velo de la noche,
ojos de gata y luz de luna,
a que aflore una estrella
que se dejó el alma
abrazada o anclada
en lo más profundo su azul,
arropada por los reflejos
de mil bancos de peces.

Amarla es vencer
la gravedad,
el peso submarino
de un amante perfecto
que cuida sus estrellas.

Al fin y al cabo,
marinero en tierra,
tu templo es el océano.
Tú bailaste en la lluvia con mi diosa
cuando el bosque sagrado era silencio.
Mi templo son sus brazos.
Si la amo
no importa la tormenta.
Tendré que bucear
hasta tu pecho
y arrancarte la estrella
de entre tus ojos tristes.

Pero no, me resigno.
Respeto tu mirada de delfín.
Esperarán mis canas en la orilla
a que afloren una y mil estrellas...
Al fin y al cabo
yo encontré un anillo de plata
cerca de la orilla. 


Tú, marinero, 

encontraste una perla

en lo más profundo. 





martes, 3 de noviembre de 2020

Abedules

 

Fluye el río del tiempo,
La luz escupe perlas en sus aguas.
Nievan sobre tus senos
escamas de abedul.
El musgo me acaricia
con humedades nuevas
y tus ojos reflejan las astas de los ciervos
milenarios
que en mi pupila crean
la ilusión de tus bosques,
el maya de una atlántida
sumergida en mis lágrimas,
esas lágrimas íntimas
que surgen del instante
que se sabe infinito
y a la vez
desesperadamente irrepetible.

Fluye el sol a un ocaso prematuro.
Bajan las vacas a beber la luna.
Te descalzas y vas besando el agua helada,
cruzas
como la balsa del venerable Buda
ante la atenta mirada de Perseo,
como Andrómeda que escapa a su destino
mientras el héroe se transmuta en monstruo,
cetáceo de labios y caricias,
y lanza la cabeza de Medusa
para que se estrelle
delicada
en la otra orilla.

Se nos agota el tiempo.
Somos como esa hoja
que la corriente arrastra
por torrentes y remansos
o la ahoga...
Piel contra piel
me pregunto
¿No podemos quedarnos
eternos
escuchando el rumor adormecido, bebiendo su pureza,
viendo fluir el tiempo
desde la orilla?