martes, 31 de diciembre de 2019

No te espero


No te espero en el tiempo que no llega
porque he roto los pétalos del cosmos
y ya no tienen nombre las estrellas.

Te espero en el pasado que mañana
le pedirá un deseo a tus recuerdos
para que nuestros sueños se hagan agua.

No te espero ni ahogado ni dormido
sino bailando al ritmo de la luna
mientras tú buscas tu delfín herido.

Te espero en una orilla del océano
buscando caracolas en la arena
donde proteger tus nombres del viento.

No te espero con esos labios torpes
que esperan que deshiele una sonrisa
o a que el beso que llega se evapore.

Te espero con coral entre los dedos,
con el fondo marino de mis ojos
lleno de posidonias y de pecios.

No te espero ni sueño que te espero
porque estoy junto a ti en todos los sueños
y si no estás no quiero estar despierto.

Te espero desterrado en soledades,
en el jardín desnudo del invierno
donde ya nada esconde las verdades.

No te espero porque sé amar despacio
a través de la urgencia de mi cuerpo
cuando el alma es cristal entre tus brazos.

Te espero solamente en el presente,
en una eternidad que es luz, instante
proyectado en las sombras de mi mente.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Sueño roto


Borrar tu imagen nítida
del espejo de mis sueños
me pides, porque tu barco
sufre en la tempestad
enarbolando mis deseos como velas
cuando el mar se torna
en una estampida de mariposas
y el cielo en un hervidero
de peces voladores.

Morir no es una opción cuando la vida
desborda cada poro de mi cráneo,
cuando el pecho detona sus latidos,
cuando mi sexo firme es la atalaya
que marca las derivas de la luna,
cuando tu cuerpo es la medida áurea
de distancias soñadas entre astros,
cuando el amor se infiltra en todo el éter
a través de tus ojos en mis ojos.

Una estrella fugaz
se ha colado en mi pecho.
Quema y su luz
crea sombras chinescas
en la ruina de mi íntima acrópolis.
Quema como la antorcha
de los iniciados en procesión
camino de Eleusis
por los tortuosos caminos
de mis arterias quebradizas.
Una estrella fugaz que no se apaga...
Un cometa encerrado acaso
en mi caja torácica,
prisionero,
proyectando su luz al infinito
en un ejercicio libre de melancolía.

¡Qué largas son las horas
cuando el tiempo se agota,
cuando la soledad tan deseada
no es sino un inmenso hueco
donde proyectar la imagen amante,
esa que me devuelven los espejos,
en el esplendor trágico de su ausencia.

¡Y qué dulce el recuerdo
de tu risa rompiendo entre las lágrimas!

lunes, 23 de diciembre de 2019

Solsticio


Pleamar en el cielo.
Luna nueva. Solsticio.
Placer en las velas del espíritu,
música que el huracán no se ha llevado.
Soledad dulce.

Amarte.
Soñar que viajaremos
con las aves de fuego
hacia templos de éter
contra el cielo y el tiempo.

Dormir
abrazado al deseo.
Sentir cómo respira
una gata dormida
enroscada en mi pecho.
Tras la ventana
el viento.

Orión y Nasrudín.
El firmamento.
El eco del silencio.
Desnuda tus esencias.
Cuéntame un cuento.

Después el tiempo pasa...
Lento. Lento.

Muy lento.

Once mil noches.
Trescientos setenta y dos plenilunios.
Treinta solsticios.
Miles de cigarrillos.
Miles de besos.
Miles de lágrimas.
Decenas de miles de sonrisas.
Mil trescientos millones de latidos.
Un solo corazón.

Un alma solo... 
¿Siento?

Invierno.



viernes, 20 de diciembre de 2019

Guerra


Mientras el viento del norte termina
de arrancar el dolor de los rincones
del alma vagabunda y miserable,
de limpiar los callejones de hojas secas
desprendidas del árbol de mis brazos,
el viejo sol, cansado, se reclina
en el oscuro lecho del invierno
incendiando las nubes del poniente.

Así son los paisajes de la guerra,
ruinas que esperan otra primavera,
amapolas que broten del escombro
redimiendo las culpas de los ángeles
que quisieron amarse en el infierno.

En el lejano Oriente que soñamos
hay templos entre bosques de bambú,
torrentes de quietud desesperada,
cementerios de piel de salamandra
que un día serán pasto de la eterna
danza de Shiva sobre nuestros pasos.

Aquí en las bellas ruinas de mi vida
despunta el Partenón en plena acrópolis,
donde enraíza mi ser como un olivo,
un árbol milenario al que los vientos
no pueden arrancar hojas del alma.

En el templo sagrado, musa-luna, 
enarbolando una bandera blanca,
santuario de paz que se recorta
en el cielo febril de la tormenta
esperaré a que broten los almendros.

Bombardead las ruinas de mi tiempo
con la furia de Cronos desatada
mientras florece en mí lo cristalino.
Yo sembraré semillas de amapola
y esperaré.
Esperaré la lluvia.

martes, 17 de diciembre de 2019

¡Quiero Vivir!






Quiero arrancar mi cuerpo herido,
mi piel quemada por la luz cegadora
de los ásperos brazos de la muerte. 

Quiero que tu calor me resucite,
que me quites el sudario con los labios
como si me amaras tanto como a ti misma.

Quiero vivir aunque sea imposible,
aunque sea una vida solamente.
¿Qué es de un jardinero sin su jardín de espinas,
sin sus flores marchitas en invierno,
sin la esperanza de la primavera?

Quiero sentir que las flores que cuido,
las más frágiles siempre las más bellas,
sonríen con sus pétalos al cielo
de esta noche fatal que nos envuelve.

Quiero que me acaricien y me digan
las verdades que duelen con dulzura
"Mal jardinero eres, me haces daño,
pero tu amor es el mejor cuidado".

Quiero romper las membranas del silencio
para gritar tu nombre en la distancia
que cierra nuestros labios al besarte.

Quiero soñar que el tiempo y sus espejos
circulan del Poniente hasta el Oriente
y que la arena sube en los relojes
contra la gravedad, como las almas.

Quiero volver a nacer entre tus brazos,
a sembrar en tu soledad virgen
la mágica semilla que nos une.

Desentiérrame,
frágil
estela
de golondrina.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Morir


Quiero morir.
Ser nada.

Vivo soy solo un deseo
de ser amado
y ese deseo
solo rompe la paz,
el frágil equilibrio
de mi alma amada. 

Mis caricias
quiebran el cristalino
corazón de delfín
de todo lo que amo. 

Si vivo por amar
lo que torpe destruyo
con mi pasión
de ángel de acero caído
en un campo de amapolas,
si vivo esperando
el calor de un abrazo
en este invierno crudo
y ese abrazo no prende
porque el miedo lo apaga,
si vivo en el eco sordo
de mis gritos
cuando su nombre
en mis labios
es simplemente ignorado...
Quiero morir.
Dejar
este cuerpo agotado,
este alma consumida
por los escalofríos. 

Si no puedo amarla,
si mi beso en su cuello,
pluma de gaviota,
estrella ahogada,
cae en un mar vacío
de fe y de sentimientos
quiero morir.
Ser nada.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Viento y calma (el Regreso)


El viento corta la piel
de un tajo o ráfaga.
Baja de la montaña
precipitándose
como si huyera
de la luz de la luna peregrina,
casi llena en un cielo
casi vacío,
un cielo que te espera,
que en el frío absoluto
anhela recibir el calor de tu cuerpo. 

No calla el viento.
Es su voz en las ramas de los cedros vencidos
más débil que el deseo de tu voz
en mis tímpanos helados.
Es pronto aún para beber tu lágrima
pero el solo pensamiento de tu nombre,
más allá de la música de las esferas,
es una detonación en mi silencio.

El viento no ha callado
pero llegas
como un ángel que huyó del cementerio
y tu piel se deshace en mi mirada
como si fuera el ala de una orquídea.
Me hablas de los mármoles sublimes,
blanco mate que borra el alma humana
bajo la recoleta sombra del ombú. 
Me hablas de páginas de libros olvidados
que el tiempo ha subrayado dulcemente
paseando entre sus líneas como un gato.

Cuando al fin calla el viento
y la luna de invierno llena todo
me dejas en los labios la memoria
del fuego con que ardieron las beguinas
y desapareces
otra vez
en la fosforescencia de la noche,
pura estela de auroras boreales.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Le pedí al mar tu nombre


Le pedí al mar tu nombre.
Dejó a mis pies el nácar 
del alma de las perlas,
cerrando en espiral
una estela de estrellas.

Le pedí al mar tu nombre.
Me trajo la marea
una flecha de piedra:
una estrella fugaz
sobre la noche negra.

Le pedí al mar tu nombre.
Me devolvió la magia,
caracola en la arena,
la huella de un pelícano,
un canto de sirena.

Le pedí al mar tu nombre.
Me dio un mármol tan blanco
como la luna llena
robado a alguna estatua
que los dioses veneran.

Le grité al mar tu nombre
pero mi voz mortal
se ahogó en el inmenso
rugido de las olas.

Gibraltar

Nunca zarpan los barcos
del abrazo perdido.
Nunca apartan su sombra
del alma de los peces.
Siguen ahí, amarrados,
con las velas plegadas,
sus mástiles desnudos
expuestos a los vientos del deseo,
anclados en el fondo del corazón.

Ahogado en distancias líquidas,
mi mirada se disuelve
en un cielo de sangre y de gaviotas.
Lágrimas como golpes de ola
en la soledad de los malecones
van convirtiendo el mar en una cúpula
que estallará en la noche del cometa. 

Pero en estos instantes vagos
de melancolía incandescente
el embrión de la noche,
un ojo-cielo, enorme iris de gato
que late al ritmo lento
de lunas y mareas,
me trae tu aliento entre el olor a puerto.

¡Vuelve a este otoño
que agoniza, musa,
antes de que las hojas enterradas
le entreguen a la nieve
sus nervios de fino encaje! 

Vuelve de ese verano de oro y plata,
de los jardines de los dioses
donde rompe toda el agua
más allá de las columnas de Hércules.

Vuelve,
porque los barcos
no zarparán sin ti
aunque se les desangre el cielo encima.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Luna no mentirosa


Hay días en que la vida
se lleva lejos la belleza,
días de silencio estridente
en los que las palabras
no tienen alma
ni eco,
días que la memoria 
deberá aprender a olvidar.

Esos días quisiera
cerrar mis tristes ojos.
Morir soñando.

Hay noches en que las cataratas
devoran el silencio tan lejanas...
¿Quién las escucha tras todo un océano?

Hay noches que palpitan
con aleteo de mil mariposas
enviadas por musas desde algún paraíso
haciéndoles cosquillas a mis lagrimales,
convirtiendo el agua dulce en salada,
milagro íntimo,
caricia en la distancia.

Hay noches en que los grillos
no dejan escuchar el dolor de lo oscuro,
noches en que media luna mentirosa
(a ti hoy no te miente, estrella del Sur)
se bebe el cielo entero,
noches en que las garzas
cruzan el aire limpio
sin dejar más estela
que su sombra barriendo la via láctea.

Esas noches quisiera
no despertarme nunca
sin mi labio enredado
en tus cabellos.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Córdoba


Huía de la luz
a una penumbra
de arcos de orquídea y alma de silencio. 

Huía de mi piel
a la profunda
desnudez de la esencia de los sueños. 

Huía de tu ausencia
y penetré
en la raíz de tu corazón-templo
intacto por los siglos,
filigrana de oro,
éxtasis, laberinto
donde toda belleza fluye eterna
como un río de llamas heladas. 

Entré en el espejo del tiempo
donde se sustenta la fragilidad
entre suspiros de fe y patas de araña.

Te vi reflejada en mis pupilas
como en la bóveda del mihrab.
Tal era la sed de mis ojos de antílope
por tus ojos felinos. 

Te vi tras siete velos de seda y especias,
tu imagen atravesó la membrana de mis párpados.
Te veía aún mejor con los ojos cerrados
oliendo a incienso dulce y a tabaco ácido.

Te vi recortada en memorias geométricas,
dormida en mis abrazos,
perdida en callejuelas
donde todas las historias
están escritas en papel dormido 
que ya amarillea,
en libros antiguos
con violetas secas
y hojas de sauce
perdidas en sus páginas
que alguien te dedicó
tal vez
antes de que nacieras.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Diluvio


Se cerró el cielo al gozo de los vientos,
desterró sus azules, sus albas incendiadas,
se vistió de humo ciego y de pavesas,
de una lluvia que es como el sudor frío
de una cúpula vieja y temblorosa.

La ciudad grita tu nombre en cada esquina
aunque aquí el tiempo nunca se detiene.
Los arcos de triunfo palidecen
en una capital sin obeliscos.
Tus pasos aún resuenan saltarines
en la vieja escalera de granito
herida para siempre
por la metralla de nuestros besos.
Los semáforos tardan lustros, siglos,
en dar paso a los ángeles callados
que amortiguan el ruido de las luces. 

Ha llovido tanto
que parece que las calles corren limpias
solo porque reflejan los neones
que rugen en fachadas deslucidas
ajenos al trote de los pasos de cebra.

¿Dónde están los amantes si el asfalto
pretende ser espejo de ilusiones?
Están lejos, estatua melancólica.
Solo dejaron un pequeño abrazo
en el jardín de bonsáis. 

¿Dónde fueron las hojas del otoño?
Se las llevó un verano imaginario
a donde el sueño es luz,
donde la noche
regala tu sonrisa a las estrellas,
donde la cruz del sur
es ignorada por millones de miradas
salvo la de una musa
que la busca en el cielo
tras las alambradas.