domingo, 21 de febrero de 2021

Ella

 

Dueña del paraíso,
alma de Ártemis
cazadora de sueños,
sus ojos como perlas de topacio
son ventanas al centro de la luz,
a una paz que conduce
al epicentro de todos los bostezos.

Cuando se abre una flor
ahí está Ella
camuflada en tapices de belleza.
O al pie de mi deseo
dormida
como si todo el placer del crepúsculo
se enredase silencioso
en su piel de tigresa.

Ella quiere jugar
y te trae en la boca
hasta tu seno puro,
manantial de caricias,
ese círculo zen
que simboliza el Cosmos
prendido en tus cabellos,
nocturna Berenice,
para que tú lo arrojes al vacío
una y mil veces
sin que pueda escapar
de su mirada viva.

Nunca, nunca esperabas,
que el espacio vacío
se llenará de Ella,
de un espíritu arcano
que comprendiera todo:
lo que ves, lo que sientes
y quizás lo que sueñas.

Los Dioses me concedieron ser testigo.
Entré un día en el edén prohibido,
caminante sediento de tu amor
dispuesto a echar raíces,
y en la luz cegadora estaba Ella,
pequeña como un pájaro, 
dormida en tu regazo,
bañada por el oasis de tus lágrimas.

Nada es eterno.
Nada salvo Ella.
Vuelve a amarme.
Mi piel te necesita
y el silencio
es un cristal finísimo
sobre el que has de borrar
toda palabra extraña
con tus labios felinos
mientras Ella persigue
el canto de los mirlos
al alba.

viernes, 19 de febrero de 2021

Noche

 

Cuando la luna nueva
inicia un nuevo ciclo
clava un puñal de luz
en el lienzo dormido de la noche.

En el templo crepuscular
espero,
reclinado en las ruinas de mis sueños
como un halcón herido
en su vuelo nocturno.

A veces me pregunto,
¿duermen las mariposas
solo porque la noche
no entiende sus colores?

A veces me pregunto
si odiarme te redime
del dolor de no amarme
y mi noche se anega
de estrellas apagadas
sin encontrar respuesta.

Cuando el mar frío, oscuro,
se cierne sin piedad
sobre el corazón tibio
y no estás a mi lado
solo puedo cerrarme
entre mis valvas-pétalos
y desear que vuelvas
borrando la distancia
que esculpiste en mis brazos.

A veces me pregunto
qué hay en este silencio
sino gritos callados.

martes, 9 de febrero de 2021

Islas

 

Islas. Somos islas
perdidas en el azul.
Océanos de tiempo
donde todo lo posible
se diluye.

Un día en tus ojos
es eterno.
En mis ojos tan solo
efímero reflejo.

Porque al final del mar,
donde se rompe el cielo,
allí donde te espero
hay una catarata
que vierte en lo profundo
de un abismo interior
todas las esperanzas.

Toma mi mano y canta
los silencios que marcan
el ritmo de la vida.
Al final lo que importa
es que dos corazones
sincronicen el pulso
de estas islas que afloran,
volcanes o glaciares,
en un mismo latido.

jueves, 4 de febrero de 2021

Linfa y desierto

 

Eres fuente y caudal,
linfa pura que fluye
por acueductos tendidos
a través del desierto de mis labios.

Sueño con tus crecidas
arrastrando mi cuerpo
por los cañaverales del olvido.

Luego en el mar abierto
disuelvo los terrones de mi alma
en olas de silencio,
náufrago del deseo
de ser tuyo y ser libre.

Te siento coralina en otras islas.
Hablando con los peces
vuelas burlando a la muerte
enganchada en el óxido
de los antiguos pecios.

Hiere la roca viva, por favor,
corta la duna y sangra
manantiales de arena y de caricias.

Tócame con las manos
enguantadas de cielo y heno verde,
desnudas de malicia.

Arráncame los ojos
para no ver sangrar tantas heridas.
Entiérrame en el tiempo y el espacio.

Llévame lejos, pléyade,
a lomos de delfines de alabastro
al filo de la brisa.
Por este acantilado de nostalgia
arrojaré mis vísceras.

Lava mi torso vacío,
linfa, ninfa,
¡deja que el corazón
estrangulado y mudo
escape de la jaula de mi pecho!
Como se escapa un grito...
O un silencio



miércoles, 3 de febrero de 2021

Muerte de los eucaliptos

 

No queda nieve...
Solo este bosque herido
ahora que el manto blanco
ya no anula el paisaje.
Lo único que nos salva
del dolor que han dejado
los ecos del crujido
de las ramas caídas
es cerrar nuestros párpados
y esperar a la noche.

En mi interior declaro
las zonas catastróficas.
En mis entrañas una nieve oscura,
hambrienta de la luz
que el corazón custodia,
fue arrasando
tormenta tras tormenta
los cauces del espíritu divino.
Esos páramos íntimos
sedientos de amor puro,
expuestos a los vientos
helados de la ausencia,
manchados por las sombras
de los cuervos del miedo,
fueron poblando todo
desde mi génesis
a mi apocalipsis.

En tu interior encuentro
razones para amarte
como si tu piel suave
fuera impermeable a la ruina.
Respiro de tu boca
el oxígeno puro
botella milagrosa
que una nereida tiende
a quienes se ahogan
en el mar de sus propios sueños.

Cierro los ojos, sueño,
borracho de aire puro
enredado en tu piel
dulcemente imaginada
mientras en los jardines
mueren los eucaliptos.

lunes, 1 de febrero de 2021

Rotas las palabras

 Rotas las palabras

quedan sus cicatrices

escritas en el silencio.


Zarpaste con tus lágrimas

fluyendo por el cauce helado

de la vía láctea

mientras mi soledad ardiente, 

acurrucada en los juncos de la eclíptica, 

acechaba desnuda

ante improbables conjunciones planetarias. 


Me dejaste a merced de los vientos 

como a un espantapájaros

con el alma de plomo. 

Me abandonaste en plena escaramuza

como a un soldadito de paja

en primera línea de fuego.

 

No escucho tus caricias afiladas

cortando el aire que respiro. 

No ocupas el altar del templo, 

ese que el alba solsticial venera

en el bosque sagrado de mi pecho. 

Tu ausencia llena el cosmos

en expansión contante. 


Déjame que repose 

mi cabeza en tu seno, 

que beba de tus manos

el agua cristalina. 


Roto el silencio

quedan las palabras 

como trampas tendidas en el aire.

Sombras.

Amanecer. 

Una almohada vacía. 

Enormes lágrimas de ballena. 

Todo el océano. 

Cada tarde, 

una despedida.