jueves, 30 de septiembre de 2021

Hiedra

 

Ahora es adiós
y es siempre para siempre
porque cada minuto
que queda
suspendido como lágrima
en el tiempo, cuando cae
finalmente,
nunca vuelve.

Ahora me voy
lo más lejos del dolor
que el corazón permita.
Me voy a lo terreno,
que lo sublime hiere
con filos de esperanza
esos núcleos del alma
que nunca cicatrizan.

Ahora zarpan las naves
que no estaban quemadas
antes de que las aguas
podridas por los pecios del deseo
las llamen a su fondo
con cantos de sirena.

Ahora quiero morir
porque la vida duele
cuando amar es un grito
que la quietud no escucha.
Así es el hielo puro
que corona volcanes.
Frágil. Frágil.
Muy frágil.

Ahora es adiós.
Me voy hacia el ocaso
y me llevo arrastrando
a mis pies derrotados
mi lastimosa sombra.

Y decidle al otoño
que estoy vivo.
Solo es que mi memoria
se ha cubierto de hiedra.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Horror vacui

 


El tiempo que no vivimos
es tiempo robado a ese vacío
que da significado a las cosas.
Porque el hogar no son cuatro paredes:
es el espacio vacío entre ellas
recogiendo latidos o memorias.
Porque el firmamento no son millones de estrellas:
es el enorme vacío que las contiene,
al que desesperadamente escupen su luz.
Porque un beso es la conquista del vacío
con lenguas y labios como armas,
porque para saltar hace falta el vacío,
porque el cielo y los abismos son vacío
para que circulen libres las miradas
y el miedo.

El tiempo que vivo contigo es pleno.
No cabe ni un alfiler de pura dicha.
El alma solidifica. Lo llena todo.
El vaso está colmado.
No caben más estrellas en el cielo.
No caben más actores en escena
a pesar de que estamos tú y yo
solos.
Y tú lloras
por el tiempo perdido
hacia dentro
porque todo ya está inundado fuera.
Y yo lloro hacia dentro
porque solo por dentro estoy vacío.
Lloro por el tiempo.
Lloro por el tiempo que no vivimos. Lloro por el tiempo que no vivimos juntos.
Y el mar lejano
paseando a mi lado
llora conmigo
celebrando nuestra plenitud.

viernes, 24 de septiembre de 2021

Ósmosis

 

En un rincón del alma
anidan las semillas del olvido. 

Se clavan como espinas
en la profundidad
hundiendo sus oscuras raíces
en la amarga esencia
de lo que somos
o de lo que no somos.

Las lágrimas no apagan un volcán.
El deseo vivido, pasión escarnecida,
deja una huella indeleble en la piel,
tatuaje invisible que el próximo amante
solamente verá
cuando penetre bajo la epidermis
por ósmosis.

Si pudiera borrar esa huella de agujas,
esa belleza amarga
que tu amante entrega forjó en noches larguísimas,
si pudiera acallar ese eco eterno
del trueno de tu orgasmo entregado sin miedo, dulcemente,
en sus brazos de esclavo liberado,
si pudiera olvidar lo que no he visto,
lo que nunca fue mío y siempre tuyo...

Si supiera que el agua no ha de retornar
aún manchada del barro de mis labios
siempre a su antiguo cauce...

Si yo fuera más joven que la luna
o tendiera tus besos en las olas
hasta estremecer las góndolas nocturnas,
no sentiría celos de tu Ulises.
¿Soy extranjero en tus brazos? .

¿Itaca no es

al fin

mi paraíso? 


viernes, 10 de septiembre de 2021

Cheval

 


He enmudecido.
Olvidé las palabras
en un pliegue del alma
donde no corre el tiempo
por los cauces de vértigo.
Se paró la clepsidra
al callarse las olas.
Se perdió en la cortina de las lluvias
la dirección del viento.
En mis noches sin horas
el tarot se desvela
en profundo delirio.
¿Es el mago o el loco
la sombra en el espejo?
¿Son los búhos ahogados
lo que acalla la noche,
o el abrazo de la hiedra
olvidado el jardín,
o la ausencia de luna
o el  vacío espectral de los desvanes?
Toda humedad me abraza.
Se fue el tiempo
que forjamos eterno.
Solo queda el deseo
de que aflore el pasado
o sus dulces tormentas
en la quietud de un mar
de puro sentimiento.

sábado, 4 de septiembre de 2021

Los cuatro jinetes

 

Besos de sal y nieve
purifican
el alma ennegrecida
por el hollín profundo de la culpa.
Entre tormenta y tormenta
el sol acaricia
mi frágil horizonte
y yo,
desarbolado,
ya no sé si amanece o anochece.

Hace ya lunas
los dioses desataron los jinetes
sin dar tregua a la aurora
al ver sus templos íntimos
privados del incienso,
tocados por los dedos
vacíos del olvido,
cubiertos de ceniza
desde que ardieron todos
los trece bosques sagrados.
Oh, jinete de la Tierra
que abres las simas
a las bestias del Hades.
Oh, jinete del Agua
que inundas estos valles
con peces putrefactos
ahogados en sus lágrimas.
Oh, jinete de Aire
que cubres de tornados
los desiertos de plástico y asfalto.
Oh, jinete de Fuego.
¡Ay, jinete de Fuego!
Tú cabalgas mis miedos
con tus lenguas ardientes
convirtiendo toda realidad
en puro espíritu.

Caricias de seda y luz
crepuscular,
hilos de Ariadna
reencarnada en luciérnaga,
desanudan mi memoria
enredada en un tiempo
que se perdió en los oscuros
laberintos de noche
jugando al escondite
con mi sombra o la muerte.

Y respiro
sin saber si agonizo
o he nacido.