miércoles, 28 de agosto de 2019

Río abajo


Hay una nota muerta en el piano
donde el silencio juega al escondite
con las palabras nunca pronunciadas,
aquellas que quedaron en los labios
o acaso en la garganta atragantadas
o en el corazón mismo, atravesándolo
de parte a parte.

Hoy tú no quieres música
pero el hueco que deja este silencio
no puede ser tapado por las lejanas olas.
Tendremos que esperar a que los pájaros
de plumas como lágrimas de luna
lancen al alba sus pulidos cantos.

Ya me callo, que si el beso no amansa
la fiera que el deseo va engendrando
no habrá grito que no despierte ahogado
ni caricia que no se lleve el viento
a través de los sauces del olvido
río abajo... Siempre río abajo.

viernes, 16 de agosto de 2019

El tiempo que robamos a los ángeles


Hay un acento triste en ese vuelo
de los pelícanos a ras del agua,
desnudando las olas sin besarlas,
rompiendo el viento al filo de sus crestas.

Hay un destello amargo en el silencio
que destila la luna en las estelas
de los barcos de vela que al pasar
dejaron encendida la resaca.

Hay una canción muda en la bahía
que las ballenas blancas les cantaron
a los niños indígenas dormidos
con el arpa profunda de sus huesos.

He vivido un amor de algas y arena
en el regazo ardiente de la esfinge.
En mis ojos en blanco he reflejado
miles de iridiscentes mariposas.

Mas en la soledad, sin las caricias
de esas manos amadas por la luz,
todo el paisaje macro o microcósmico
es sólo un escenario silencioso,
una tarima oscura, gris, vacía,
donde se representó en una sonrisa
la mágica comedia de mi vida.

¡Vuelve a besarme, viento del Oeste.
Trae el mar a mis labios. Trae sus frutos.
Trae tu sexo de orquídeas abiertas.
Trae tus labios de piel, café y canela!

No digas que no vale para nada
el tiempo que robamos a los ángeles
para que nuestro espíritu mortal
soñara eternidades un momento.

Cada segundo, amor, cada palabra,
son tesoros enterrados en la arena
de estas playas lavadas por tu ausencia
en la isla perdida de mi memoria.

lunes, 12 de agosto de 2019

Perseidas en la bahía


Pasadas las orquídeas
el aire trae aromas
de océano y de pluma de pelícano.

Derretida la nieve
ya solo la recuerdan
los veleros que surcan silenciosos
auroras boreales.

Abandonar tu piel
en las sábanas limpias
es como estrangular
el alma entera
con el hilo intangible del anhelo.

He dejado mis noches
a merced de tu tacto,
mis ensueños al pie de tu sonrisa,
mi alma en tu regazo
como un pájaro ardiendo
que ha caído del nido.

Otra vez las perseidas
evitan mis pupilas
mientras en alta mar
o entre las filadelfas
tú las ves encenderse
como caladas de vida
que el cielo va quemando.

Es mi luna celosa
la que está noche reina,
la que no deja llorar a San Lorenzo
porque ella quiere ser
el único reflejo en la bahía
mientras el orbe cruza
la cola de un cometa
que no es más que un deseo
o su sombra fugaz
que pasó inadvertida
hace miles de años por mis brazos.

Mi templo está en la cumbre.
Te esperaré sentado
frente a un mar esmeralda
que abarca mi horizonte cuando cierro los ojos. 

Hay en mi mano un hueco
para tu mano fría
y en mi pecho sustrato
para un jardín de invierno. 

Sé que en tu corazón de caracola
resuena la música de las esferas
aunque tu frente refleje mi sordera
con un muro cerrado de silencio.

Me dijiste "Vete"
cuando acaso querías decir
con la mirada ahogada,
"Te veré con el alma encendida
cuando ya hayan pasado las estrellas",
o "No te veré, luna temblorosa,
pero me sentí amada hasta el dolor
por tu tímida luz
llamando a mi ventana".

Espinas sin rosas. Añoranza y lamento.


Regalabas lágrimas a la noche y sabes
que mañana la niebla
tendrá un velo de lágrima
cuando rompa en tus ojos la alborada.

A mí ya no me quedan
ni lágrimas ni hilos de esperanza
porque tiemblo a tu lado
tras curarme la herida de tu ausencia
para que tus palabras o tus labios cerrados
se claven con silencios dormidos en la llaga.

Yo quería tan solo dormirte entre mis brazos
hasta que tu sien limpia
dejara de dolerte. 

Yo quería tan solo amarte hasta el desmayo,
hasta que tu piel tersa
rezumara placeres
que nadie ha conocido.

Yo quería tan solo
que el bosque que me dijo
que tanto te añoraba,
que me enseñó a convertir
abetos en estrellas,
te ofreciera su aroma delicado
en la oscuridad íntima de un beso.

Yo quería tan solo ser amado.
Yo quería tan solo una caricia.
Yo quería tan solo una vida entera
en una dimensión en la que el miedo
a vivir plenamente
no existiera.

Yo tan sólo quería disolverme en tu abrazo
y desaparecer bajo tu piel
como la nieve
bajo las alas de las mariposas. 

Pero tienes razón...
Estamos solos.
Tu soledad es infranqueable.
tu integridad inclemente
con la sentencia que la razón me impone.
¿Estamos condenados
a rechazar la dicha y la belleza
ante la certidumbre de la muerte
mientras el tiempo hambriento va borrando
las noches grises en que los amantes
dejan secar sus labios y su sexo
y no escuchan las almas suplicando? 

Te ruego, no permitas
que nuestra alma sedienta
se torne en un desierto, 
en un erial sin briznas de cariño. 
Deja fluir libre el manantial de tu sonrisa.

Deja morir la luz que llevo dentro.
Extínguela si es ese tu deseo
pero no te enfades conmigo
si te deslumbra
porque brilla para ti
y yo no sé apagarla. 

De verdad, créeme. 
¡No sé! 
No sé apagarla. 


sábado, 10 de agosto de 2019

La tormenta. (Lassen, California)


Hay caminos que llevan
donde mueren las nubes,
montañas invisibles
o miradas vacías
como un vuelo de águila.

Los truenos en la niebla,
carcajadas del Cielo.
Se ríe de mí, Andrómeda,
tan insignificante,
tan lleno de deseo...

El bosque se desnuda
para robarme el alma,
arrancármela entera
con caricias de helecho
y buscar tu sonrisa
prendida en mis recuerdos
y vestirla de brisa y de rocío.

Abraza el liquen los troncos
con anillos de sueño
contando acaso milenios
ajeno a la efímera tormenta,
ajeno a mi nostalgia y a mi tiempo,
como la barba verde de un sabio
que contempla la eternidad
que atesora su corazón-bosque.

Rompe el cielo. Cataratas.
Relámpagos. Meteoros de hielo.
Todo queda cubierto de granizo,
una falsa nevada, torpe y violenta.
Las hojas forman cálices
para atrapar el milagro
y la montaña brama
en silencio
tu dulce nombre.