miércoles, 28 de octubre de 2020

Lamentaciones sobre el ruido

 

Es el dolor,
ese minúsculo arpón de la palabra
lo que hirió el cristalino
de tus ballenas ciegas.
Ahora, nadando en círculos,
abren un remolino insondable
que ahoga todas mis vísceras
(no ya el corazón solo)
en el océano infinito
de tu estridente ausencia.

Es el ruido,
esa mancha de sangre en el silencio
lo que enturbia tu lago sosegado
adonde fluyen mis lágrimas
sinceramente envenenadas
con tu propia sal.
Ese ruido que se expande
en ondas concéntricas
gritando amor
en las diez direcciones
del espacio y del tiempo,
ese ruido que ensordece tu consciencia,
que perfora tu sueño,
que se hace insoportable
hasta la locura,
hasta que coagula en tu lagrimal
con toda la energía del otoño
y fluye como un grito
contenido,
más profundo que el silencio.

Si soy dolor
o ruido
entonces
solo entonces
es mejor que me vaya
con los brazos abiertos
y vacíos,
es mejor que me pierda
como un punto de luz
aquí en el horizonte.

Solo el miedo a apagarme
me mantiene encendido.

jueves, 22 de octubre de 2020

Tras la colisión

 

Nuestros caminos se cruzan.
En el instante de la intersección,
clímax fugaz, fusión de pieles vivas,
espirales de labios en la humedad que impregna
el germen de la vida,
nos abrazamos,
alianza de espíritus errantes
que desean amar el mismo rumbo.
Luego partimos, nuestras manos ceden,
las miradas
se alejan
hasta quedarse ciegas de nostalgia.

Adiós al silencioso tacto de la seda.
Adiós a los colores del otoño en tus ojos.
Adiós a tu besar de mar sin viento.
Partes y dejas una inmensa sombra,
la ausencia insoportable de tu luz
cerniéndose en horizontes de espacio y tiempo.
Partes y dejas en el centro de la galaxia
un agujero negro de esperanza
en torno al cual orbita todo...
Incluso la materia oscura
e infinita
de mi deseo.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Contaminación

 

¿Heriría a un pájaro en vuelo
con mi mirada ansiosa?
¿Dejaría a su suerte
en el desierto sin oasis de mi alma
a millones de ballenas diminutas?
¿Escalaría cascadas de estrellas
si supiera que pueden apagarse?

Surca el silencio
la luz del corazón.
Fugaz estela.

Me miras desde otra noche
con esos ojos llenos de cristal
y eres como una gata de alabastro
que entre rayos de luna
ha dejado su presa en mi memoria.

Te quiero fuerte, luz primigenia,
porque de tu Ser emana el Nous que nutre el Espíritu universal
del que bebe mi alma...
Ese espíritu mágico que abarca
todo el cosmos
de ala en ala,
mariposa-espejo,
seno en flor del que nace
toda naturaleza.

Dime por un instante (y hazlo eterno) que es este Amor quien reina,
este silencio
sobre el ruido del mundo.
Dime que aquí,
en mis brazos,
nada nos contamina.

domingo, 18 de octubre de 2020

Siempre

 

Guirnalda de flores
colgada del tiempo en que no amamos,
¿ya marchitas? ¿Ya está el suelo que piso
tapizado de pétalos caídos?
¡Si ni siquiera comenzó el invierno!

Porque amaste. Tú amaste.
Temblabas en mis brazos
como una hoja de otoño,
buscabas en mi sexo
las raíces del cosmos
y al besarnos no sabíamos
qué era saliva, savia o lágrima.

En tu cama las noches
son mares en silencio.
La luna en tu ventana
es del color del sueño.
Las estrellas fugaces
pintan un trazo lento.
Respiro éter, no aire
de tu cálido aliento.
El cosmos gira, pétalos
en puro movimiento.

Pero cuando mi hedor
desborda tus aromas,
o cuando en tu silencio
sagrado escupo un grito,
cuando profano umbrales
en tu piel de amapola,
cuando tus ojos pierden
la luz del infinito,
cuando tú, vulnerable,
pintas la aurora sola
porque soy una mancha,
una erosión, un ruido...
Entonces solo odiarme
es el justo castigo
por marchitar tus flores.
Debo beber las horas
amargas del olvido,
esperar que el otoño
cubra mis sucias canas
de escarcha o de rocío.

Rogar que me perdones
es pedirle reflejos
a un estanque vacío.

Pero amaste. Tú amaste.
Tú le diste a mi nave
estelas de ballena,
lumbre a mis noches frías,
desnudez al deseo,
magia, paz, alegría
a mi pecho entreabierto.
Y porque amaste, niña,
siempre espero
despierto.



El rumor del arroyo

 

Corría ayer cristalina,
hoy sucia de lodos pasados
el agua del arroyo
como si fluyera
fría
por mi médula espinal.

El viento del otoño
desnudando los chopos
me susurra al oído
verdades afiladas.
Que soy como una hoja,
que mi destino cierto
será caer al agua
con el liviano peso
de todo lo que amo.

Que abandoné la luz,
que olvidé mi sentir
tras las cortinas
de tu ventana.
Que dejé el corazón
cosido a ellas.
Que abandoné mi sueño.
Que entré en la oscuridad
arrastrando mi orgullo
de pájaro envenenado
por este cielo ajeno
cubierto de zarzales
que yo mismo sembré

en otro presente .

Ahora solo deseo
desinfectar tu herida,
extraer la toxina
de la víbora triste de la culpa.
Ahora solo deseo
no haber nacido muerto
de tus brazos divinos.
Deseo que el arroyo
remanse en tu sonrisa
y que yo pueda ver
esta mueca de perro
reflejada en sus aguas.

Pero tú eres ahora
un huracán de silencio
generado por alas
de la cruel mariposa
de mi ausencia
y yo cierro los ojos
con párpados-cortina
tejidos con los nervios blancos
del puro remordimiento,
baño mi amor desnudo en el arroyo
(¡qué fría está el agua!)
y deseo morir...
Morir en este instante
escuchando tan solo
ese rumor sereno.

Y si me voy
con el rumor
corriente abajo
solo espero encontrar
en el Paraíso
un Remolino vivo
y el vértice perfecto
de tu sonrisa.

martes, 13 de octubre de 2020

Tulipanes

 

Otoño,
lanzas al aire
preguntas y temores
como si fueran hojas
de arce, olmos o libros
de poemas no escritos.

Sol de otoño, quemaste
con alma de cayena
los labios de mi amada
y no quiere besar
mis párpados de luna.

Luna de otoño,
caen todos los sueños
al estanque de plata
manchados por la culpa
de ser sueños tan sólo:
Libertad, paz
e independencia
conseguidas sin sangre
ni renuncias.

Si yo pudiera amarte
detrás de esa coraza
de ansiedades ajenas
sembraría tu piel
a través del invierno
de tulipanes blancos.

viernes, 9 de octubre de 2020

Vestido azul

 

En el ojo del huracán
reina un silencio ciego.
Los peces voladores
se quedan suspendidos sobre el agua.
¿Son estelas o heridas en el mar?
El océano se hunde en la arena. 

El cielo estalla...

Y tú llevas un vestido azul
precioso.

Los imperios se extinguen
ruina sobre ruina sobre ruina. 
La muerte, como un pájaro,
va incubando la noche,
pero si hay algo inmune
a sus alas de acero
es tu sonrisa cálida.
Tarde de otoño.
Llevas un vestido azul
precioso.

Lamento de crisálidas

El universo pende
de un hilo diminuto
que invisible conecta
tu alma con mis sueños.

Si se rompe ese hilo...
¡Ay, si se rompe!

La lágrima desciende
por un cauce de crisantemos
que florecen tan solo
para adornar tus ojos.

Si se seca ese cauce...
¡Ay, si se seca!

El cielo se ha cubierto
de alas de mariposa
liberadas de súbito
de un huracán de pánico.

Si vuelven sus colores
a crisálidas muertas...
¡Ay, si regresan!

La luz del alba, perla,
espera a tu sonrisa,
esa que te robó
un elefante triste.

Si no amanece, niña...

¡Ay, si no amaneciese! 

jueves, 8 de octubre de 2020

Quien no ama

 

Quien entiende el océano
como una infinita sucesión
de gotas de agua
jamás comprenderá su inmensidad.

Quién juzga el corazón
como una frágil víscera contráctil
no sentirá el pulso frenético
de cada beso en flor,
de cada amante.

Quien concibe la vida
como una larga espera
morirá con los ojos abiertos
como vidrios vacíos.

Quien bebe el tiempo
para aplacar su sed de vida
sin amar cada segundo
con los seis sentidos
sus texturas, sabores,
aromas, sonidos,
colores, emociones,
vive cerrado, sin latir jamás,
como un girasol nocturno,
como un loto en las dunas,
siempre sediento.

Quien esquiva belleza
cegado por el miedo
a dominar su miedo
dejará en las mareas
una huella invisible
de dolor en quien ama.

Y quien odia,
quien simplemente odia
porque la luz del alba
no le ha enseñado a amar
sin sentir vértigo,
que no rompa a llorar
al ritmo que se rompe
su rostro en los espejos.

lunes, 5 de octubre de 2020

El árbol de la vida

 

Mis alas desplegadas
son del color de la noche
manchada de lunas menguantes.
Al volar en tus sueños
remonto cataratas
hasta la última rama
del árbol de la vida.
Si hubiera un paraíso
del que nunca escapáramos
a lomos de un delfín,
si hubiera una fruta prohibida
que yo no deseara
comer hasta agotar
colgado de tus caderas firmes...
Pero no son así los sueños vivos,
no es así mi deseo despierto.
Yo quiero el paraíso
corriendo por mis venas,
quiero penetrar hondo
con mis propias raíces
de luz y de dulzura
el umbral de tu templo,
tornar el barro en savia
que alimente tu seno
hasta que entre temblores
los ángeles de fuego
o dragones del agua
o robles milenarios
o pájaros de viento
dancen como derviches
al principio del tiempo.

Quiero ser nave-océano.
Quiero ser sentimiento.
Quiero tomar tu alma
y llenar el silencio...
Que cada hoja de otoño
se descalce de un labio
y cubra mis raíces
de una alfombra de besos.

viernes, 2 de octubre de 2020

Estelas

 

Nunca dejan estela
los árboles que mueren
heridos por el viento.
Si yo fuera a morir,
si fuera solo esta
mi penúltima luna
no dejaría estela.

Hundida. Estás hundida
solo porque tuviste
sensación de flotar
por un instante.
¡Si sabes bucear
entre corales!
"¡Ya! "-me dirás- "pero...
¿Y las corrientes frías?
¿Y los pecios clavados
bajo mi piel de nácares?
¿Y las tristes gaviotas
envenenando el cielo,
pintándole carcajadas
a la sonrisa del delfín?"

Nunca dejan estela
las golondrinas que partieron
como naves fugaces
sedientas de horizonte.
Un día, simplemente,
ya no están en el aire.
El cielo, el mar, vacíos,
ya no guardan secretos.
Tus ojos, garabatos,
no alborotan la tarde.
El sol se va callado.
Se zambulle en la noche.

Abrázame. Respira.
Sal a flote. No olvides.
Amar no es una huída
de aquello que no amamos.
Es solo un devenir. Un vivir
días, noches
dejando tras nosotros
una luz intensísima
o una profunda sombra.