lunes, 19 de mayo de 2008

ECO DE MI PIEL (nº 11)

Respira, piel serena, bocado de alta mar.
Tu torso, pasaje de paisajes,
sustenta la brisa, piel yerta, tan delicada...
Tu piel, aunque tibia, me hiela las entrañas
con sus raíces aterciopeladas,
con sus curvas palabras tatuadas.
Simiente de otra náusea.
Ola nueva, aún cautiva,
ola de ciervo ahogado.

Respira, piel, muro de mi carne.
Tu cuerpo es un caballo que se aleja
galopando por los tambores del alma.

Piel de viento,
anémona
que mi noche no ignora.

Piel de pétalo,
río
que en su vejez aún brama.

Sombra, serena amante
de mi noche sin tormentas,
noche herida de un color purpúreo,
herida de nieve incandescente,
herida de niños que buscan poesía.

Por el suelo, por los laberintos,
por los labios y las lenguas,
por la memoria manchada de rojo,
por la sangre, carmín de la muerte cuando ya ha besado,
los niños de luz buscan poesía.

Sombra, callada amante,
navegando por el silencio espeso,
silencio de cuchillos y timbales.
La noche es una sombra vestida de negro
sobre la nieve virgen.
La noche es una niña que
en mi piel
encontró un poema ciego.

CEMENTERIO JUDÍO (a Stine Nissen, Berlín 1997)

Donde la muerte no conoce sangre
hay mirlos peregrinos de alma en alma.
Silencios hay de amor que ignoran albas
porque la luna es sueño que no cesa.

Donde el caos armoniza con las sombras,
hiedra hebrea, piedra pulida y negra
que los siglos y el ruido no han borrado,
la eternidad herida por el tiempo maldito
me ha esperado
lloviendo
durante muchas guerras.

SONETO

Bajo el inmenso cielo voy buscando
formas desordenadas y vacías
que presten luz a mis pupilas frías
o que hagan despertar tu pecho blando.

Por la tierra infinita caminando
sin rumbo, puro azar, noches y días.
Aunque una vez soñé que tu vendrías
ahora me encuentro solo, meditando.

Y pienso que el lucero que allá brilla
en el cielo sangrante de Poniente
amanece despacio en la otra orilla

del vasto mar de dudas de mi mente.
Y cielo, tierra y mar, la estrella espera
como yo. Allá escondida eternamente.

REFLEJO Poblet. Agosto 1997

Color de mar me ahogo
en tu mirada. Profundo desvanezco.
Soñaba luz de coral contra la consciencia diluída en mil espumas.
Si yo fuera reflejo... ¿Podría herir las sombras con mi aliento de aurora?
¿Podría esperar vivo tus ojos en la callada noche?

Ya se apagan las voces en los claustros del alma.
Ya vencen los silencios de las hiedras a las ojivas sabias, no besadas,
llenas de ecos soñados como de mar lejano.

Al otro lado de esa rosa ya amanece...
Hay un banco de peces marchitando en sus pétalos de viento.
Color de mar. Guitarras en el aire disueltas como pájaros.
Si yo fuera reflejo me ahogaría en tus ojos
como si toda noche fuera un mar que retorna
a deshojar las flores que no aman.