miércoles, 23 de abril de 2008

ECO Nº10 (Mayo 1993)

Lago a lago la tierra es un reflejo,
un esplandor medido tiernamente
por el ojo infinito de la luna.

Las manos de la muerte son frías,
serpiente amarga, cáliz de veneno
ofrecido en silencio -pluma aspirada-
desde lo más profundo de mi ocaso.

Losa a losa la calle y la luna
son labios a caballo entre dos bocas.
Una oscura.
Otra irisada de luz, color de almas.

Las manos de la muerte son efímeras.
Un esfuerzo supremo bastaría
para borrar tu nombre
de entre sus dedos de eternidad creciente.

Luna a luna los ojos se abrirán al mediodía.
Tu beso en el aire será mi sepultura.
Astro.
Pléyade.
Juego.
Sólo temo a las manos de tu muerte.

Allá donde no estés
te necesito.

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