jueves, 10 de enero de 2008

PARA CECILIA (Al maestro Joaquín Rodrigo)

Hoja de encina, bebe tu rocío.
El pardo de tus nervios es un mordisco vivo en la gris alborada.
Pero tú, amigo, no conoces el color de las sombras.

Tu milagro deslumbra la plenitud profana.
¿Qué jardín no te escucha con oídos de luna
ni te dedica abiertas sus rosas de alegría?

Lago de noche ahogada, esconde tus reflejos.
Nunca espejos cansados dibujaron estrellas como lágrimas.
Amigo o esperanza, nuestro mar se desborda.
Nuestra distancia apenas cabe entre dos miradas.
¿Dónde el viento de otoño
no danza suave entre las cuerdas del arpa de tu alma?

Isla de música, busca mis fronteras.
Hállame siempre esclavo de esta diáfana armonía.
Amigo, tu paisaje es mágico, sagrado. Misterioso.
Cien violines de azúcar me hablaron en secreto de tu luz inextinguible.
¿Quién romperá el encanto cristalino del instante
en que la estatua besa piel de acorde en su silencio?

Cuerdas de mi guitarra, eternizad lo íntimo.
Yo soy un gorrión mudo...
Amigo, elogio, cumbre. Fantasía,
vísteme con tus alas desplegadas.
Isla, lago, piano, mediodía.
¿Por qué las flores, bellísimas al tacto,
te dedican sus últimas palabras?

No hay comentarios: