lunes, 19 de mayo de 2008

ECO DE MI PIEL (nº 11)

Respira, piel serena, bocado de alta mar.
Tu torso, pasaje de paisajes,
sustenta la brisa, piel yerta, tan delicada...
Tu piel, aunque tibia, me hiela las entrañas
con sus raíces aterciopeladas,
con sus curvas palabras tatuadas.
Simiente de otra náusea.
Ola nueva, aún cautiva,
ola de ciervo ahogado.

Respira, piel, muro de mi carne.
Tu cuerpo es un caballo que se aleja
galopando por los tambores del alma.

Piel de viento,
anémona
que mi noche no ignora.

Piel de pétalo,
río
que en su vejez aún brama.

Sombra, serena amante
de mi noche sin tormentas,
noche herida de un color purpúreo,
herida de nieve incandescente,
herida de niños que buscan poesía.

Por el suelo, por los laberintos,
por los labios y las lenguas,
por la memoria manchada de rojo,
por la sangre, carmín de la muerte cuando ya ha besado,
los niños de luz buscan poesía.

Sombra, callada amante,
navegando por el silencio espeso,
silencio de cuchillos y timbales.
La noche es una sombra vestida de negro
sobre la nieve virgen.
La noche es una niña que
en mi piel
encontró un poema ciego.

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