miércoles, 16 de febrero de 2011

Monotonía

Peldaños de paciencia descienden renovándose.
El paso último anuncia el precipicio libre,
la caída final hacia el sueño insondable.
La próxima columna sustentará un vacío pesadísimo.

    El azar busca cuerpos donde clavar puñales,
espaldas semiintactas para esculpir su crimen.
La rutina pasea con los brazos abiertos
cubriendo diez distancias entre nueve miradas.

    Cristales sin reflejo delimitan la víscera:
bruma o sangre de medianoche. Corazones de estaño
a punto de ser desenterrados. Hígados de miseria
abiertos como lunas.

    La estela de lo ingrato se perfila
como un silencio abierto
en el oscuro mar donde las naves
de nuestras almas flotan o no encallan.

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