lunes, 20 de julio de 2020

52 soles y una luna


Antes que nada.
Antes de que supiera toda regla del juego,
ella me dio la mano
y era su piel cerezo en flor. 
Antes que despertasen mis sentidos,
cuando solo la música
misteriosa y eterna
había nacido,
ella me hizo perder
el favor de las geishas.

Después de todo.
Después de todo el tiempo
Después de amar con gritos y silencios
se acercó como gata
saltando entre mis sueños sin romperlos
y otra vez
me regaló la luna.

Al despertar,
cuando el amanecer
nos trajo amable el canto de los pájaros,
ellas, deseo vivo,
desvelando mi vela,
dibujaron un ángel de sonrisa,
un ángel de la guarda
que desde el paraíso
velará por el sol
cuando el otoño vuelva
hasta mis sienes.

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