viernes, 4 de noviembre de 2022

Psiquectomía

 

Ave de vuelo azul, luz en las alas,
el cielo no recela de tu cálida
estela disecando mi mirada.
Alzo las manos aunque estén atadas
para tocarte, divina, porque amar
es sentir cerca lo que está tan lejos.
Si estuvieras aquí en esta galaxia,
tus labios a la orilla del vacío
a punto de besar la vida misma,
te abriría los puertos de mi alma
solo por renacer, por ser soñado.
Me atraviesas el pecho miserable
con las balas perdidas de tu ausencia.
Me das muerte, mi amor, dándome vida.
Has visto el mar como quien ve la muerte
y yo no estaba allí llorando olas.
Yo estoy siempre en la orilla, espero siempre
a que se abra la noche a las estrellas.
Luna, mi dama, soledad, doncella,
dame la mano si te duele el vientre
en el que engendras monstruos soñadores.
La belleza hace nido en la belleza
y tu seno es el seno de las flores
que con o sin palabras o silencios
siembran mi iris de asombro y de corolas.
Vuelve a bailar. La música no cesa.
Danza de otoño, invierno, primavera...
Toda noción de tiempo o de la nada
deriva en melodías espirales,
ciclos de vida, laberintos ciegos,
regreso a la raíz de lo que amamos.
Yo amo la tierra.
Amo los océanos.
Amo lo inmaterial
y todo está en tu cuerpo
como si el alma fuera
reencarnada en tu piel
con esa sutileza
de la corteza de los abedules.
Y por eso te amo,
porque eres tú, eres todo
y tu dolor me duele
y, paradoja-esperanza,
me consuela.

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