viernes, 16 de agosto de 2019

El tiempo que robamos a los ángeles


Hay un acento triste en ese vuelo
de los pelícanos a ras del agua,
desnudando las olas sin besarlas,
rompiendo el viento al filo de sus crestas.

Hay un destello amargo en el silencio
que destila la luna en las estelas
de los barcos de vela que al pasar
dejaron encendida la resaca.

Hay una canción muda en la bahía
que las ballenas blancas les cantaron
a los niños indígenas dormidos
con el arpa profunda de sus huesos.

He vivido un amor de algas y arena
en el regazo ardiente de la esfinge.
En mis ojos en blanco he reflejado
miles de iridiscentes mariposas.

Mas en la soledad, sin las caricias
de esas manos amadas por la luz,
todo el paisaje macro o microcósmico
es sólo un escenario silencioso,
una tarima oscura, gris, vacía,
donde se representó en una sonrisa
la mágica comedia de mi vida.

¡Vuelve a besarme, viento del Oeste.
Trae el mar a mis labios. Trae sus frutos.
Trae tu sexo de orquídeas abiertas.
Trae tus labios de piel, café y canela!

No digas que no vale para nada
el tiempo que robamos a los ángeles
para que nuestro espíritu mortal
soñara eternidades un momento.

Cada segundo, amor, cada palabra,
son tesoros enterrados en la arena
de estas playas lavadas por tu ausencia
en la isla perdida de mi memoria.

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