lunes, 12 de agosto de 2019

Espinas sin rosas. Añoranza y lamento.


Regalabas lágrimas a la noche y sabes
que mañana la niebla
tendrá un velo de lágrima
cuando rompa en tus ojos la alborada.

A mí ya no me quedan
ni lágrimas ni hilos de esperanza
porque tiemblo a tu lado
tras curarme la herida de tu ausencia
para que tus palabras o tus labios cerrados
se claven con silencios dormidos en la llaga.

Yo quería tan solo dormirte entre mis brazos
hasta que tu sien limpia
dejara de dolerte. 

Yo quería tan solo amarte hasta el desmayo,
hasta que tu piel tersa
rezumara placeres
que nadie ha conocido.

Yo quería tan solo
que el bosque que me dijo
que tanto te añoraba,
que me enseñó a convertir
abetos en estrellas,
te ofreciera su aroma delicado
en la oscuridad íntima de un beso.

Yo quería tan solo ser amado.
Yo quería tan solo una caricia.
Yo quería tan solo una vida entera
en una dimensión en la que el miedo
a vivir plenamente
no existiera.

Yo tan sólo quería disolverme en tu abrazo
y desaparecer bajo tu piel
como la nieve
bajo las alas de las mariposas. 

Pero tienes razón...
Estamos solos.
Tu soledad es infranqueable.
tu integridad inclemente
con la sentencia que la razón me impone.
¿Estamos condenados
a rechazar la dicha y la belleza
ante la certidumbre de la muerte
mientras el tiempo hambriento va borrando
las noches grises en que los amantes
dejan secar sus labios y su sexo
y no escuchan las almas suplicando? 

Te ruego, no permitas
que nuestra alma sedienta
se torne en un desierto, 
en un erial sin briznas de cariño. 
Deja fluir libre el manantial de tu sonrisa.

Deja morir la luz que llevo dentro.
Extínguela si es ese tu deseo
pero no te enfades conmigo
si te deslumbra
porque brilla para ti
y yo no sé apagarla. 

De verdad, créeme. 
¡No sé! 
No sé apagarla. 


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