lunes, 29 de junio de 2020

El ahogado y la sirena


A la deriva
el cuerpo del ahogado
flota en el índigo inmenso
a merced del rumbo de las medusas. 
Corazón de nautilo
en su proporción áurea,
abierta su espiral al eco
de latidos percutidos entre labios,
infinitamente hueco.

Alma, llévame lejos
donde no pueda ver
cómo su mirada
lo ilumina todo. 

Alma, llévame al último
repliegue de su piel
donde mis manos frías
escondan su deseo.

Allá en su roca mágica
con el pelo mojado, 
una estrella de mar
rojo coral o plata
acariciando su pecho
con millones de pies ambulacrales,
una sirena rompe
olas o alas como si fueran espejos diminutos.
“Si no vas a salvarme, sirena,
con tus dedos de arpa
devuélveme al abismo
oscuro de la muerte". 

Con los ojos cerrados
ve pasar al ahogado
rozando casi el pecio
del barco en que ella amaba. 

Con los labios cerrados
deja pasar la noche
negándole su luz
a una luna sedienta.

Así pasa otra noche
con las flores del vientre
atadas a la espalda
y el deseo enterrado
en dulces soledades.

¡Mar lejano, descansa!
¡Deja de escupir sal
en mis heridas!

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