miércoles, 3 de febrero de 2021

Muerte de los eucaliptos

 

No queda nieve...
Solo este bosque herido
ahora que el manto blanco
ya no anula el paisaje.
Lo único que nos salva
del dolor que han dejado
los ecos del crujido
de las ramas caídas
es cerrar nuestros párpados
y esperar a la noche.

En mi interior declaro
las zonas catastróficas.
En mis entrañas una nieve oscura,
hambrienta de la luz
que el corazón custodia,
fue arrasando
tormenta tras tormenta
los cauces del espíritu divino.
Esos páramos íntimos
sedientos de amor puro,
expuestos a los vientos
helados de la ausencia,
manchados por las sombras
de los cuervos del miedo,
fueron poblando todo
desde mi génesis
a mi apocalipsis.

En tu interior encuentro
razones para amarte
como si tu piel suave
fuera impermeable a la ruina.
Respiro de tu boca
el oxígeno puro
botella milagrosa
que una nereida tiende
a quienes se ahogan
en el mar de sus propios sueños.

Cierro los ojos, sueño,
borracho de aire puro
enredado en tu piel
dulcemente imaginada
mientras en los jardines
mueren los eucaliptos.

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