jueves, 17 de junio de 2021

Vejez

 

Las venas dormidas, la sangre estancada
en los densos meandros de la vida,
las últimas miradas consumidas
en ver migrar las garzas milenarias.

Si pudiera latir de nuevo el mar
en tu pecho con alma de montaña
las olas y las horas romperían
esas nieblas ancladas en los párpados.

No hay otro amanecer tras el ocaso,
tan solo impera sobre el orbe herido
la limpia estela del solemne astro
que ha recorrido el cielo en tu memoria.

Se agotaron las últimas palabras
como si al aleteo de un arcángel
o los coros de un réquiem las robaran
el silencio sobre el que dibujarse.

Me preguntas, ¿ha muerto
María Magdalena?
Y yo no sé. Pregúntales a las aves
en qué cuerpo de luz se reencarna,
Yo no lo sé. Pregúntale a tu alma.

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