lunes, 12 de noviembre de 2007

COMO AYER, UN DESIERTO

Como ayer, la isla de tímpano surge del silencio.
Escucha las sombras de los líquenes
escapando nocturnas
y vuelve a ahogarse en la nada.

Como ayer, el ojo del murciélago despierta.
Vigila la parte más gris de las almas
soledades o claveles de odio
y se pierde en su vuelo indiferente:
Un desierto sin alas para huirse,
pliegue interior de la idea que creí desenvuelta,
violín mudo recién apuñalado,
río cerrado en sus extremos.

Como ayer, el puente quiere volar sobre el agua.
Desea piedra líquida distinta a su reflejo
pero la roca calza su estática memoria.
Más allá el sobrio mármol hiere al ángel del miedo,
la mano oculta sueña con desnudar el filo de sus garras:
Una paloma trágica
busca el bronce, violencia nueva,
vibración no espontánea
el choque entre la flor y el labio.
Pétalo azul. Labio azul. Cielo azul,
burbuja de luz o planeta dehiscente.

Como ayer, un adiós clama impuro sus últimos silbidos.
La distancia creada se proclama laberinto,
instante, desamparo,
las almas se renuevan en trance de dolerse.

Como ayer, el beso escurre lento por los cuellos.
El grito busca espacios donde abrirse,
universos de muros palpitantes.
Su límite es la fuerza de lo vivo.

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