lunes, 26 de noviembre de 2007

Diarios de Berkeley (Día 4, mes de la Tierra)

He aquí cómo un hombre perdió la vida que fluía por sus venas... Se sentó a la orilla de sus sueños y los vio fluir. Tan cautivado estaba que dejó de sentir sed. Y así se fue secando, a la orilla del río de sus sueños, porque se olvidó de beber, se olvidó de enterrar sus raíces. No es el tiempo el que roba la pasión y deja el alma hueca. El tiempo está sentado aquí conmigo, a la orilla del río de mis sueños. Si quisiera abandonarlo habría de aferrarme a uno de mis sueños e iría a la deriva por remansos y cataratas para desembocar en un mar infinito, un océano de sueños que se rompen con las olas. Corales de mis sueños, delfines de mis sueños, ballenas de mis sueños, veleros de mis sueños. He aquí cómo me voy adormeciendo, cómo se difumina mi sonrisa, como el río se lleva mi reflejo corriente abajo. Así se escapa la pasión por los poros del alma, así se dibujan nubes de olvido en el cielo de la memoria. Oigo voces, silencios, idiomas que no entiendo. Es demasiado tarde para aprender. Es demasiado pronto para olvidar. Sin embargo yo olvido. Olvido lo que amo, olvido la pureza de la lágrima. Absorto en la deriva absurda de mis sueños, olvido que estoy soñando.

No hay comentarios: