jueves, 17 de octubre de 2019

Mucho por vivir (a Lourdes)



Un eco de tu voz que no se apaga,
la palabra certera que persiste
cuando el silencio impera en la memoria,
un resplandor fugaz como el reflejo
que dejó la retina impresionada
con la luz del ocaso a medianoche,
un aroma de menta y azahares
en la piel de esa mano que acaricia
el pelo de la niña que aún hoy eres...

Nada es vano cuando el amor trasciende,
cuando esa sombra extraña que es la vida
se proyecta en el tiempo imaginario
que va desde aquel beso al horizonte.

Si ríes frente al mar enfurecido
o lloras en la calma que te espera
cuando encuentres los restos del naufragio
es que estás viva, flor de otoño, ave
que regresa a su nido cada noche
para arropar el alma con sus alas. 

En el jardín tres flores. Si anochece
esperarás al alba y al rocío
para que abran sus pétalos al cielo,
dejarás que la brisa, suavemente,
con dedos de sirena temblorosa,
acaricie sus cuerpos somnolientos
y despliegue sus amorosas velas
hacia el más íntimo rincón del firmamento
y en la constelación
más profunda
del abismo celeste
florezcan tres sonrisas
en una sola lágrima.


¡Hay tanto que vivir...!
Tus manos hablan.

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