sábado, 5 de septiembre de 2020

En tu caja de sensaciones

 

Desnudando cada rincón vacío de tu piel
el tiempo huele a ti, la luz
se queda ahogada en los espejos.
Ella tiene los ojos verdes como estrellas derramadas.
Los cierra y me sueña.
Los abre y me hace soñar.

En tu habitación me creció el alma
hasta llenarlo todo. Si fuera un árbol
echaría raíces en tu almohada vacía
esperando a que vuelvas
para cubrir tus labios de hojarasca.
Ella afila sus uñas
en la bóveda celeste
mientras yo amo despacio
parpadeando
las constelaciones sangrantes.

Todo eres tú
aunque no estés,
aunque tu cama sea
un silencio infinito,
una puñalada de soledad
en el lienzo bellísimo
de la memoria de esas noches de éxtasis
en que conté todos y cada uno
de tus latidos.
Ella se enrosca a mis pies
como si le pesara la luz de la luna.

Amanece. No abriré los ojos.
Escucharé la ausencia de las olas
entre coros de pájaros.
¿Me llama el bosque o sueño?
Abrazo la mañana como quien abraza un río:
dejándola fluir.
Por tu ventana entra un tsunami de luz.
No abriré los ojos por no ahogarme.
Ella, como una esfinge,
vigila cada instante sonoro,
cada ráfaga de deseo huído.
¡Tantas cosas no ocurren
en este mismo instante...!
Aquí estamos los dos
en tu caja de sensaciones
asomados a la ventana,
ajenos a la mosquitera,
la mirada perdida
en sueños o paisajes
que se muestran desnudos
con la nitidez del humo.
Aquí estamos, estatuas de amor puro,
esperando a que vuelvas.

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