sábado, 26 de diciembre de 2020

Encrucijada

 

Dos caminos.
Siempre hay dos caminos.
Izquierda o derecha.
Amar u odiar.
Arriba o abajo.
Muerte o vida.
Calma o tempestad.

Paralizado
en la encrucijada
como una estatua
lavada por las noches
de luna y escarcha,
blanqueada por el sol,
esperando una decisión,
callado. Líquenes en los labios.

Albas. 

Ocasos. 

Olas. 

Latidos. 

Vidas. 

Lunas fugaces. 

Ha decidido el alma
peregrina
dejar de andar.
No dar ni un paso más.
Esperar que el abismo
crezca a mis pies, 
porque rotas las velas
no puede ser ya el viento
quien decida.

Dos caminos.
Luz o sombra.
Ha decidido el alma,
destrozadas las alas
por miles de naufragios
echar raíces en el barro
del paraíso,
ese lecho donde habitan
los recuerdos del éxtasis,
el umbral de los templos
de la Diosa del bosque.

Caminantes,
ese árbol que os cobija,
que con sus ramas ágiles
exprime lágrimas en las estrellas
desafiando el paso de las noches,
fue una vez un simple amante
cansado,
descalzo
en la encrucijada.

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