viernes, 19 de marzo de 2021

Recordar que me amabas

 

Me amabas en los silencios,
cerca o lejos del mar,
indiferente a las olas,
en un presente puro, luminoso,
ajeno al ruido del pasado
o de un futuro de ensordecedora ausencia.

Me amabas o te amabas
porque todo era recíproco,
el día y la noche,
la sombra y la luz,
mientras en un universo de ritmos frenéticos
donde cada objeto, cada emoción
gritaba su nombre en todas direcciones
amalgamando músicas en un confuso llanto,
el epicentro del silencio,
donde por un instante
floreció la armonía,
estaba en nuestros labios.

Un manantial cristalino
de ángeles callados
brotaba de tu piel
y tus brazos desnudos
eran un templo vivo
donde adorar tu luz.

Me amabas
como si no existiera el miedo,
como consciente en plenitud
de que el abismo en que caíamos,
en el que nuestros cuerpos unidos se aceleraban, 
no tenía fondo,
como si cualquier posible colisión
fuese ala contra nube.

Me amabas, sirena en tierra,
orquídea varada en arrecifes de luna,
salamandra de plata en la ceniza alquímica.
Sí, me amabas,
y solo recordarlo,
augurarlo o soñarlo
me convierte en cautivo
del deseo.


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