sábado, 4 de septiembre de 2021

Los cuatro jinetes

 

Besos de sal y nieve
purifican
el alma ennegrecida
por el hollín profundo de la culpa.
Entre tormenta y tormenta
el sol acaricia
mi frágil horizonte
y yo,
desarbolado,
ya no sé si amanece o anochece.

Hace ya lunas
los dioses desataron los jinetes
sin dar tregua a la aurora
al ver sus templos íntimos
privados del incienso,
tocados por los dedos
vacíos del olvido,
cubiertos de ceniza
desde que ardieron todos
los trece bosques sagrados.
Oh, jinete de la Tierra
que abres las simas
a las bestias del Hades.
Oh, jinete del Agua
que inundas estos valles
con peces putrefactos
ahogados en sus lágrimas.
Oh, jinete de Aire
que cubres de tornados
los desiertos de plástico y asfalto.
Oh, jinete de Fuego.
¡Ay, jinete de Fuego!
Tú cabalgas mis miedos
con tus lenguas ardientes
convirtiendo toda realidad
en puro espíritu.

Caricias de seda y luz
crepuscular,
hilos de Ariadna
reencarnada en luciérnaga,
desanudan mi memoria
enredada en un tiempo
que se perdió en los oscuros
laberintos de noche
jugando al escondite
con mi sombra o la muerte.

Y respiro
sin saber si agonizo
o he nacido.




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