jueves, 27 de enero de 2022

Corazón dormido

 

Es la mirada ausente
la que irradia destellos milagrosos.
Los ojos buscan luz
en un vacío que nunca ha existido
porque en realidad se hallaba
colmado de sombras.
De un espejo a otro
entre sábanas dulces y encaje de caricias
cabalgan por el valle de las almas perdidas
las cebras redentoras del olvido.
En su escondite expuesto,
un corazón de león dormido
renuncia al acecho
para que su dolor, agujas de luz pura,
se hunda en el remolino de la noche.
Apenas en el silencio cristalino
y nocturno del valle de las almas perdidas
se escucha ese rumor quebrado
del arroyo en sequía
y los latidos sordos
del corazón durmiente
entre los cocodrilos del deseo.
Una mano yerta en la orilla
acariciando amable las serpientes del alba,
la otra, puño cerrado,
estrangulando el aire y sus rencores.
Abre la mano, ¡ábrela, león triste!
Deja escapar
el canto de los pájaros.

Amanece otra vez...
Musa, tu amor o su ceniza
es suave y generoso
como un cálido pétalo de flor de almendro
en la mejilla del niño-invierno.
Perdona que me aleje
hacia mi laberinto.
Me llevo de equipaje
tus besos de astrolabio.
No necesito brújula
ni reloj. Sólo tiempo.
Tiempo solo.
¡El mar está tan lejos
de mis heladas cumbres!

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