domingo, 22 de mayo de 2022

COVID

 

Cuando el cuerpo se agota,
la atmósfera viscosa, coagulada,
se derrama de golpe en la garganta,
la piel del corazón se resquebraja
ante el súbito beso de la avispa.
Velero, surca el pecho. Llama al viento
de mayo que respiro. Angustiado
temiendo que es mi último respiro,
la última vez que miro
a la Luna a los ojos,
mi dolor se proyecta en el Mar de las Crisis.
Agujas en el agua, ondas,
silencio roto por el vuelo turbio
de los tiburones de la noche.
No tengo miedo, lobo del crepúsculo.
Clavado en la piedra quedó el grito,
el aullido que despertó a las grajas
que, en revuelo caótico, dibujan
la callada armonía de la muerte.
No estoy aquí. Estoy sordo
al ruido de la vida. Como la roca
viva, como la roca vibra
con el trueno. No tiembla. Sólo vibra.
Ni estoy aquí ni callo.
No se extinguen los ecos
de mi caja torácica
por los valles quemados o floridos
de mis paisajes íntimos.
Sobreviviré acaso.
¡Sobreviviré, ocaso,
a otra noche rendida!

No hay comentarios: