viernes, 6 de mayo de 2022

Mi libertad

 

Desata el mar todo lo que no vuela,
sangre, latidos, viajes al olvido,
veleros enfermos de soledad.
Desata el mar también lo que ya es libre
por naturaleza
como el canto del pinzón,
como la música.
Desata las cometas en los días de brisa.
Desata los cometas en las noches de calma.

Puedo vivir con nudos en los ríos
que fluyen por las ramblas de mi espíritu.
Puedo avanzar con los sueños atados
al mástil del olvido que me ahoga.
Al fin de la tormenta
toda lágrima o lodo o grito vierte al sumidero:
los silencios de invierno entre cantos de cigarra
o ese vidrio cayendo a punto de quebrarse,
la larga espera del trueno
tras la luz de un relámpago que ha roto
cerca del alma y lejos de la piel.

Mi libertad tiene las alas rasgadas.
Mi deseo de amar se hizo pecado
y el amor redentor remordimiento.
Poseo este vacío que me ocupa
bajo la cruda corteza de la lástima.
Y sobre ella, tendido,
como si la belleza no doliese,
había un cielo cuando abrí los ojos
durante nueve meses y un segundo
desbordado de estrellas gigantescas
sin gravedad, sin miedo a volar nunca.
Había una sonrisa encadenada
a otra sonrisa, así hasta el infinito...
Mi libertad tenía alas de águila
y alma de delfín.

Mi libertad tiene las alas calladas.
Ni siquiera un silbido. Ni un quejido
disparan los cañones de sus plumas.
Ni cuando el viento corta mi memoria
y extiende sus pedazos en la arena.
Mi libertad es un silencio vivo,
una estatua de mármol que se lee
en los espacios que quedan en blanco
entre palabra y palabra. Punto
y aparte.

Desata, azul, mi nido en la garganta,
mi escondite de sierpes milenarias.
Puedo morir con mi hálito de fuego
víctima del dragón que hay en mi pecho
dormido acaso.
Mi libertad tiene las alas quemadas
como el atardecer.
Mi libertad o su esqueje mutilado
se siembra en suelo fértil.
En tu pecho, en tus ojos, en tus manos...
Mi libertad se abona con caricias.
Labio, ¿dónde alunizas?
Mi libertad aún no ha florecido.


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