viernes, 12 de julio de 2019

Madison, Wisconsin


El lago, verdín y plata,
veleros silenciosos
surcando el ruido oscuro
del batir de alas de los ánades.

En los embarcaderos
los pasos de gaviota
sondean la profundidad de los besos
que quedaron varados en el labio.

A la orilla del sueño,
el amante desnuda el horizonte,
sus ojos como dos golpes de cielo
hundidos en la cara
en busca de caricias luminosas.

Solo la brisa ciega le responde.

Se apaga el sol, se hunde en la noche herido
ante una medialuna que domina
la paz de los reflejos en el agua.
Al rozar la arboleda de la orilla
el astro rey es una herida púrpura
en la piel de violeta del crepúsculo. 

El murmullo de voces me confunde.
Me hace creer que el agua fluye,
que la clepsidra aún no se ha detenido.

Cierro los párpados a esta luz dormida
busco tu mano abierta en el vacío,
la imagino cerrándose en la mía.

Va callando el murmullo.

A veces, dicen, llegan a verse
auroras boreales.

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