miércoles, 4 de septiembre de 2019

El mar espera


Te espera el mar.
La noche no te espera.
Es el mar quien te llama.
¿Lo llevas dentro?

Tu larga sombra
se proyecta en la arena
cuando va amaneciendo.

No ese mar océano
que escupe enormes algas
entre las brumas.

No es ese mar cerrado
que hemos llorado juntos
lágrima a lágrima.

No es el mar que rompe
esqueletos de erizos
y caracolas.

No es este mar vacío
que se quedó encerrado
en mi pecho de ave
cuando me desclavaste
tu último abrazo.

Es ese mar de luz
que vio nacer la diosa de su espuma,
ese mar que destila tu mirada
cuando naufrago inerme o me reflejo,
ese mar de ballenas misteriosas
que le cantan silencios a la luna.

El mar te llama.
Vive. Acude.
Llévate mi deseo en una barca,
mis dulces soledades,
mi torpeza, mi sed,
mi violencia impotente.
Suéltalos de entre tus dedos
como granos de arena
allá donde no duelen las mareas.
Ahógalos. Sonríe.
Lava todas las manchas
de tus recuerdos íntimos.

Se me rompe la vida
como rompe esa ola
en las rocas lejanas,
ajena al rencor de las gaviotas.

Tú miras
conmovida. 
Sin parpadear. 
Callas. 

¡Purifica tu cuerpo! Desentierra
los huesos de tus caderas... 
¡Riza la brisa
cabello a cabello! 

Te espera el mar, sirena.
Nada. Respira. Vuelve...
En mi isla interior, 
buscando a tientas
tu piel de luna,
la estela de tus besos, 
como si hubiera un mar 
verde y sereno 
detrás de tus espejos,
también te espero.

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