jueves, 21 de noviembre de 2019

La cordura


Huella en el barro.
Barro que fue arena,
arena que el viento
no pudo llevarse
porque el tiempo
la encerró en sus relojes de cristal.

Agua estancada.
Estancada en el cauce,
cauce que fue mi río
antes de que tu mar
desapareciera y todo fluir
perdiera su destino.

Luz, cielo de sangre.
Sangre, ocaso o alba,
alba de un nuevo día
que anuncia ya su muerte
porque incluso los astros
buscan ciegos el vacío.

Aire robado al cielo,
cielo que respiramos...
Respiramos la ausencia
del tacto de los labios
o, peor, su rechazo
cuando el alma anochece.

¿Recuerdas cuando fuimos
a ver salir la luna
al cerro de los locos?

¿Te acuerdas que mis labios
temblaban como estrellas
al pronunciar tu nombre?

Recuerdo cuando estábamos
completamente locos,
corazones desnudos
a merced de las mareas. 

Mañana amanecerá sin sol
y besando la lluvia
te diré una y mil veces:
¡Qué triste la cordura!

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