miércoles, 30 de enero de 2019

Río


Valle abajo
escapa el río.
Se lleva nuestros días
a los mares perdidos. 
Retorna a los amantes
a sus antiguos nidos.
Desentierra las lágrimas,
sangra falso el olvido.

No es el puente el que fluye.
Es el río.
No es la montaña mágica
la que castiga el viento.
Es mi soledad, páramo
coronando las cimas
baldías
del desaliento.

Amar, amar, amar,
amar hasta el destierro de la mente,
hasta que el corazón lo arrasa todo
como si en esa ausencia del amante
quedasen solo ruinas de la sombra.

Nube a nube,
caricia tras caricia,
lágrima a lágrima,
fluye el río callando
a los pies del vacío.
Estamos abrazados
incluso en la distancia
con la fuerza de un árbol milenario.
Fuera de nuestros brazos,
en gran noche,
en días sin retorno,
tus amantes, las olas,
recuerdan mi condena,
recitan las sentencias
que prohiben tu boca,
que han dejado tus besos
perdidos en la roca
donde no puedo verlos.
No, no las escuchamos,
muerde fuerte mis labios
hoy, ahora, por siempre,
envuélveme en tu aliento
hasta que nada, nadie,
más allá de este abrazo
pueda ya perturbarnos.

Nirvana. 
Llueve. 

¿Por qué lloras?
Si aún sientes
el amor como un loto
clavando suavidades en el pecho, 
no has trascendido,
oh, mortal.

Estoy solo en jardines
que extrañan tu cariño,
jardines de mi piel,
valle arriba
en el río.

Y yo espero, te espero
porque sé que los astros
han escrito tu nombre
mil veces en el cielo.




No hay comentarios: