sábado, 4 de enero de 2020

Expansión


Es en la ausencia de horizonte donde se engendra el vacío, donde la estrella polar no distingue el cénit de las antípodas y la vía láctea pierde el rumbo y atraviesa el corazón del caminante salpicándolo todo de sombra y de nostalgia.

Es en el horizonte ausente donde la muerte nace de su propia paradoja, donde vivir sin rumbo es una excusa para cortar las alas a los pájaros, para plegar las velas, para ignorar de dónde sopla el viento, para convertir el errar de los astros en un eterno eclipse, para encerrar el alma en la jaula del pecho...

Porque sin horizonte no sabe el alma qué camino asciende al cielo y el cuerpo se acurruca en un rincón en busca de un silencio adormecido que reconforta e invita al sueño, o se levanta y gira, gira, gira, en busca de una órbita, de un eje, de una perpendicularidad en torno a la cual trazar una pirámide orientada a los puntos cardinales, cuya base proyectada en un plano infinito, amor en expansión, dibuje, por fin, el horizonte.

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