domingo, 26 de enero de 2020

Ondas sincronizadas



¿Transparente?
Quizás, pero no quieto.
¿Silencioso?
Sí, el alma de la música.

No es un estanque
ni es la tormenta perfecta.
No es el océano
rompiendo sin control
contra los arrecifes doloridos,
estrellando galeones de cristal
en los cantiles donde anida el aire
disfrazado de gaviota:
es el embrión de un milagro.

Verás...
Dos estrellas cayeron al mar.
La primera hace mucho tiempo,
un verano antes de que la luna
perdiera su virginidad.
Acaso fue aquella primera estrella
una lágrima lunar.
Su impacto en las aguas,
su tenue luz apagándose en los atolones,
generó unas ondas de larga frecuencia
entre el océano y la cuarta dimensión
que solo se ven desde las cumbres
de las montañas más sagradas.

La segunda estrella cayó
ventiún soles después.
Era una estrella de verdad,
toda de luz,
nacida de los bosques milenarios
pero, extrañamente,
no cayó del cielo
sino desde el fondo del mar
desde donde las raíces de algas y corales
se besan secretamente
con las de los pinos y las hayas.
Su impacto reverso
generó en las aguas
desde las entrañas mismas
de la Madre Tierra
unas ondas de la misma frecuencia
que aquella lágrima de la luna,
ondas que son la música
que bailan las ballenas
desde tiempos remotos,
las ondas que dirigen
los movimientos mágicos
de los bancos de peces.

No es un estanque quieto,
es la esencia infinita de la vida
lo que oscila en tus venas
al ritmo de los astros con consciencia. 

Casi treinta soles después
la Madre Tierra
sintió un escalofrío.
¿Cambio climático?
Las ondas de ambas estrellas
se sincronizaban.
Energías de la misma frecuencia
desfasadas en una longitud de onda
se anulan.
En fase, se potencian. Se suman.
Luna llena, luna nueva.
Día y noche.
Yang y Yin.
Condenados a ser contrarios, 
a anularse
o a crear el cosmos unidos. 

Te conmino, estrella, naturaleza pura,
puerta a una dimensión
donde la muerte es solo una sombra,
a que subas a la cumbre
y a que bajes al fondo del océano...
A que escuches palpitar
a la Madre Tierra
al ritmo de esas ondas en fase.
Busca en tu corazón.
Encontrarás
más que un ritmo frenético
aferrado a la vida.
Encontrarás
entre latido y latido
el silencio vibrando
al ritmo de dos estrellas
precipitadas
en distintos espacios,
en distintos tiempos,
pero en el mismo abrazo.
En la misma fase.

Puedes cerrar los ojos.
Puedes quedarte ciega.
Pero no podrás
dejar de verlo.




No hay comentarios: