domingo, 31 de mayo de 2020

Ojo de gata


Caminar hacia el sol
a medianoche
es romperle los sueños a la luna. 

La estrella polar no tiene amantes
salvo fugaces, tristes meteoros
que acaso son las miradas
cristalizadas en luz
de marineros errantes
en busca de su Norte.

Caminar desde el cénit al ocaso
desgarrándote el alma en los eclipses
es olvidar que el sol es una estrella
que va quemando uno por uno
los misterios eternos del Zodiaco.

Cierro los párpados en Géminis.
Abro un cielo interior.
La cúpula es de pura piel de noche.
Todas las estrellas
brillan con alma de crisoberilo,
ojos de gato
de un color hialino
entre gris, verde y éter
que el demiurgo no vio en el arco iris,
brillo de lago o mar,
gema en su roca madre
frente el abismo...
No siento vértigo ante el cielo abierto.

A la orilla de algún arroyo
en lo más íntimo
la Corona del Árbol de la Vida
abre las siete puertas
y te invita a que entres en mi Reino,
niña gitana. 

Allí un jardín de aromas
o de orquídeas blancas
desplegará las velas de tus sueños
para que navegues solo acariciada
por el canto desnudo de los pájaros.

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