domingo, 14 de abril de 2019

Dentro (Milán, domingo de ramos)


Te escucho como al mar las caracolas,
lejana pero intensa, desde dentro,
desde la última vuelta diminuta
de mi alma espiral o columela
que gira en torno al cielo de tu cuerpo.

Te abrazo como el viento a los cipreses,
rodeando con furia tu cintura
sin apenas mover tus firmes ramas
ni distraer tu rumbo a las estrellas,
sin robarle tus sombras a la luna.

Te miro como el río a la alameda,
pasando eterno al pie de tu frescura,
dándote de beber mi propia savia,
mendigando tu sombra y tus caricias
que arrastraré a mi desembocadura.

Te beso como un ave en un oasis
que ha volado millones de desiertos
sobre dunas de arena y de cemento,
con las alas del alma en pluma viva,
la lengua hinchada, el corazón sediento.

Te siento como aroma de glicinias,
cierro los ojos y nado en tu aliento
aunque estés a años luz de mis poemas. 
No puedo huir, no, luna, aunque quisiera...
Ni quiero huir... ¡Porque te llevo dentro! 

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