miércoles, 17 de abril de 2019

Parque


Una hilera de olmos
guarda el camino
que desciende hacia el lago.
Verde sobre verde.
Melancolía.

Las cortinas de sauce
velando las riberas
para que el sol no duela.
Aleteo de esfinges.
Sed de luna.

Un seto de laureles
en torno a la fontana,
un silencio de peces
bajo el rumor del agua.
Divina soledad.

Oscuros, los cipreses
son torres sin campana.
Son mordiscos de noche
en la mañana.
¿Vértigo? Lágrima.

Los retorcidos pinos
queman la tarde
entre arrullo de tórtolas.
En su corteza roja
clavo mis uñas. Grima.

Bajo el magnolio
pasean las muñecas
de piel de nácar.
Quizás un primer beso.
Nido de urracas.

Altas las palmas
cimbreando sus troncos
aguardando huracanes,
evocando pirámides.
Playas sin algas.

Alguien podó los plátanos.
Sus cicatrices blancas
les hacen sabios.
Corazones tallados.
Heridas. Grapas.

¿Dónde duermen los ginkgos?
¿Dónde guardan las geishas
sus abanicos?
Templo. Secreto.
Amor. Deseo.

Tras los nobles olivos milenarios
se pone hoy el sol
para ascender mañana.
Queda una noche oscura
de minutos larguísimos
que en tu piel hoy ausente se tornarían
en millares de besos.
Añoranza.

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