lunes, 2 de diciembre de 2019

Córdoba


Huía de la luz
a una penumbra
de arcos de orquídea y alma de silencio. 

Huía de mi piel
a la profunda
desnudez de la esencia de los sueños. 

Huía de tu ausencia
y penetré
en la raíz de tu corazón-templo
intacto por los siglos,
filigrana de oro,
éxtasis, laberinto
donde toda belleza fluye eterna
como un río de llamas heladas. 

Entré en el espejo del tiempo
donde se sustenta la fragilidad
entre suspiros de fe y patas de araña.

Te vi reflejada en mis pupilas
como en la bóveda del mihrab.
Tal era la sed de mis ojos de antílope
por tus ojos felinos. 

Te vi tras siete velos de seda y especias,
tu imagen atravesó la membrana de mis párpados.
Te veía aún mejor con los ojos cerrados
oliendo a incienso dulce y a tabaco ácido.

Te vi recortada en memorias geométricas,
dormida en mis abrazos,
perdida en callejuelas
donde todas las historias
están escritas en papel dormido 
que ya amarillea,
en libros antiguos
con violetas secas
y hojas de sauce
perdidas en sus páginas
que alguien te dedicó
tal vez
antes de que nacieras.

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