miércoles, 12 de febrero de 2020

Condensación

Escapa la piel, aérea,
del cuerpo de azufre y sangre
que le niega caricias diminutas.

Las palabras se tornan
peregrinas del aire,
de un corazón a otro
sin rozarlos apenas.

Respiro tu aliento
y mi pecho se abre
como una granada.

¿Ves qué señala el viento?
Veletas apuntando
al centro de tu alma.

Abraza mis sentidos.
Solo el tacto me ciega.
Solo el sabor de la música
me sugiere palabras:
azahar, rubí, anémona...

Si pudiera besarte
como besa un amante
la luz que baña al alba
tu cámara secreta...

Si pudiera incrustar
entre tus labios mágicos
la fórmula divina
que torna el vino en savia,
la linfa en agua pura,
el deseo en abrazos
de hiedra y de saliva,
la arena en esmeraldas.

Quiero llorar
y el cielo
es del color del agua.
Azul, gris, negro,
oro... Verde
turquesa, sí, esmeralda.

Nunca saliste,
ermitaño en su concha.
No saliste, sirena,
ni tu cuerpo ni el alma
de esa playa
en la que cada ola que se acerca
trae su huída integrada.

Las palabras se ahogan,
peregrinas,
si viajan
desde el aire
hasta el agua.

Tsunami, elefante:
mis palabras.
Silencio,
perpetua maestra en retirada:
tu palabra.

Ya líquida. 

Silencio:
tus palabras.

No hay comentarios: