martes, 11 de febrero de 2020

El Arca de Noé


¿Para qué quiero alas,
madrugada de niebla,
si sigo prisionero
encerrado en mi cuerpo?

Armonía felina
nacida de la boca del león.
Poesía celeste y sueños desterrados.
Tagore y Jung.
Contrapunto.
Jerusalén celeste.
Esperanza:
hablando del arca de Noé
me miraste a los ojos.

"No puedes, no, dar la vuelta al mundo
pero yo sí" - dijiste
empuñando la voz como un cuchillo.
Mis ojos se llenaron de ratones
esperando un naufragio en el diluvio.

Te equivocas, Isis-Bastet
en tu inmensa sabiduría
leyendo el alma de las flores.
Hay circumnavegaciones automáticas
a esferas vacías
que no valen lo que un solo paso
en la vía láctea
que se expande
inmaterial
entre tus labios.

O me equivoco yo,
hijo de Démeter, presa de Anubis,
y zambullirme vivo,
sensual, desnudo,
en un océano de luz y orquídeas,
es el instante eterno que deseo
y aunque ya salté, Andrómeda,
a las fauces de un Ceto milagroso
aún estoy cayendo
y dejando en el aire
una estela de amor
incorruptible.

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