lunes, 20 de mayo de 2019

Monólogo (contra la ceguera)


Hay plenilunios vagos
en que mi ayer se cruza en tu presente
como si se estrellase
la noche silenciosa
en un último beso
y las almas perdidas me abrazasen.

Porque el pasado existe en el presente eterno
y lo llena de dudas o de engaños
a la vez que le presta sus colores.
Porque el mañana no es
sino el mismo presente
proyectado en un tiempo inescrutable.

¿No entiendes, mariposa,
que un verso, que un poema,
que un libro, que la música,
que el aire en el que vibran
las notas, las palabras,
los gemidos de amante,
los gritos de nostalgia,
no son sino espejismos
de sentimientos puros
que no pueden tocarse,
verse, escucharse,
saborearse, olerse?

¿No entiendes, amapola,
que tú no eres
sino un rojo platónico
proyectado en la cueva
de los sentidos
desde la esfera íntima
de nuestros sentimientos
donde el rojo es perfecto?

Y, revoloteando, me dices,
"lo he perdido". No, no, musa divina, 
no, estrella de los mares... 
Cuando cierras los ojos
tus colores
persisten,
cuando cierras tu mente
a la música viva
la melodía de las esferas
sigue sonando.
Fue compuesta en tu nombre,
Afrodita entre delfines y arpías,
por dedos vagabundos.
No te confundas nunca...
Fue concebida solo para ti
por un ave que ronda
tu cuello de loto.

Hay mediodías tristes
en que el soñar incuba desengaños
solo porque soñamos
con los ojos cerrados... 

Yo quiero abrir los ojos
a la luz que me hiere
sin que mi mente albergue
laberintos sombríos
de pensamientos vanos. 

Vive, rompe desnuda
la tormenta de caricias,
preludio de la calma
de las pieles...
Cuando la muerte llegue
a sellarnos los párpados
espero que en los labios
nos brote una sonrisa
por el amor vivido.

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