miércoles, 15 de mayo de 2019

Preludio a la muerte de un ruiseñor

Laberinto, abismo al que me arrojo
o del que huyo volando,
ruiseñor silencioso
con las alas quemadas.

Tú, delfín solitario
que surcas esas olas
que al llegar a mi pecho-acantilado
se tornan en latidos...

No escuches mi canto
que súplica tu labio,
ni mi noche agonizante,
ni mi guitarra vacía
que te llama y te espera
hasta que la luna
se disuelve en la última lágrima.

No escuches porque te duele
mi paraíso en flor
porque sabes que ama
con tal fuerza que arrastra
cada letra en tu nombre,
cada acento en tu voz
a un vendaval de alas rotas
de mariposa y polvo mágico
que te arrancan el corazón
pétalo a pétalo.

Te duele porque amas
tu soledad y la mía
a partes iguales.
Te duele porque dudas,
porque ves los arpones
del amor en mis ojos,
porque en tu mar no caben
mis desvanes oscuros.

Te duele porque crees
que mis recuerdos manchan
la espuma de tus playas cristalinas
cuando son solo restos
de caracolas rotas
y naufragios.






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