sábado, 18 de mayo de 2019

Muerte de un ruiseñor


Cuando una estrella caiga
sobre el nido de tus sueños
y lo incendie de luz
búscame en las cenizas.

Habrá un ruiseñor muerto
en el fondo del pozo.
Se escuchará aún su canto en la memoria
gritando tus secretos,
envenenado el viento.

Si hubieras escuchado
en lugar de su torpe melodía
su frágil corazón
confiando su pálpito a tu aliento
aún estaría vivo.

Buscas la paz... La busco.
Pero en la paz, sirena, 
no cabe el miedo.

Si he temblado
es porque ya era una hoja muerta
en plena primavera.

Si he llorado
es porque el centro de gravedad de mi alma
ya no estaba en tu dedo corazón.

Si el ruiseñor cayó en mis manos
con la garganta atravesada
por la cola de un cometa
es porque no confías
en la fuerza desnuda
que mueve el universo.

¿No sientes en mis labios y mi lengua
la palabra sincera que te llama
o te besa?
¡Dioses! ¿qué oscuridad
deslumbra tus sentidos?
No es la palabra "amor" igual de bella
lanzada a la jauría enfebrecida
que pronunciada de pupila a pupila,
labio contra labio,
dedos entrelazados en un suspiro,
las flores del pubis derritiendo su néctar, 
tu piel de nácar y jazmines
ofrecida al silencio de mi música. 

Es la misma noche, el mismo cielo,
pero no es la misma luna, Sherezade.
De entre las mil y una,
una y solo una
es luna verdadera.
Y esa noche, majestad,
estuve solo contigo... 

Puedes volar, paloma ciega, si no amas.
Pero no me devuelvas ya esa magia
si no quieres soñarla,
que me duele...
Tírala al mar
o llévala contigo.
Pero vive, navega, vuela... ¡Ama! 

Cuando la muerte vuelva a visitarnos
no quedará más magia que el olvido.





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