sábado, 3 de noviembre de 2018

Del mar al bosque (la hora de Andrómeda)


Ya te imagino atada con las crines del viento
a esa roca de musgo donde rompen las olas,
con tu piel de sirena salpicada de espuma
y vestida tan solo con anillos de plata.

Te veo entre mis noches de agujas de deseo
expuesta a las estrellas y a las lluvias de pétalos.
Veo a las hojas sésiles y ardientes del otoño
acariciar tus senos con su aliento desnudo.

Veo tus ojos vivos, golondrinas de azogue,
sellando el horizonte con su mirada libre,
despertando en silencio el vuelo de las aves
mientras el alba besa tu vientre con su oro.

Imagino tu cuerpo-escalofrío en pleamar, soñándose, entregado a tormentas planetarias,
amado por mil peces diminutos o estrellas de mar cálidas
que buscan tu regazo gimiendo entre la bruma.

Te escucho palpitar en el bosque sagrado
al son de los tambores de los druidas
junto a la fuente mágica donde nacen las aguas
que saciarán mi sed de sangre de amapola.

Te siento tan profunda que no hay vértigo
que pueda prevenir esta caída. Orión sabe
que el monstruo de mis labios ya despierta.
Las pléyades lo saben, caracola de néctar...

Ya lo veo, el instante que anuncian las luciérnagas,
Esa hora de libar en tu sexo-corola,
de detener el viento entre azahares,
de detener el tiempo entre ola y ola.

Veo, siento, imagino, al corazón mi musa encadenada...
O abrazada más bien, amante entrelazada
en las raíces del árbol del saber y la vida
regalando su libertad un firmamento en vilo...

No hay Perseo que rompa tus cadenas,
Andrómeda de mar y de rocío.
Las últimas perseidas lo abatieron.
Libérate tú misma volando hacia el ocaso
o deja que una luna-ballena te acaricie...
No es un monstruo abisal nuestro destino.

Aquí te espero, musa... Plantado, erguido
en mi jardín secreto. Cada latido un éxtasis robado,
un sorbo de ese cáliz de tu húmeda esperanza...
En mis ojos de roble, mil lágrimas de savia milenaria. 

Y sin embargo río (carcajadas) y estas cosquillas dan sentido a todo:
tus manitas de ardilla trepando por mis ramas.

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