viernes, 9 de noviembre de 2018

Miradores



Se me acaban los últimos latidos
al contemplar el cielo cristalino
besando el horizonte sin tocarlo
al ritmo de las pinos en la brisa.

Me llevaste del alma hasta tu templo
y los musgos calaron en mis sienes
hasta engendrar la lágrima perfecta…
Más salada que el mar lejano, ausente.

Mis manos huecas quieren escaparse
por los riscos agrestes de tu cuerpo.
Mis dedos arrancar de las guitarras
de tu piel una música de agua.

Tus brazos se entrelazan en mi torso,
se funden con las ramas de los fresnos.
Mis ojos reflejados en tus ojos
no son sino la estela de un cometa.

Ha quedado mi espíritu prendido
al tuyo contemplando el infinito,
Buscando el labio trémulo y prohibido
en la luz viva de los miradores.

Luego llega la noche y te arrebata
de mis cansados brazos y mis sueños…
Te entrega a tus amantes verdaderos,
te arrastra donde el viento no te abraza.

Y en la noche amas, ríes, lloras, callas,
desapareces horas y horas largas
como un delfín que absorto en lo profundo
no sale a respirar aire ni estrellas

Yo te espero muy quieto, en esta roca
que hasta en tu ausencia es parte de tu alma.
En mis ojos la calma de la espera.
En mi pecho un ciclón de ira y rabia.

Te quiero como el viento a la montaña.
Si alguien te hiciese daño, mariposa,
yo robaría al aire sus colores
para pintarte así unas nuevas alas.

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